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Felizmente para él, Agustín notaba poco esas diferencias y la ambición que tenía de alcanzar posiciones elevadas, no debía nunca complicarse con la aspiración nula en él de vestirse bien, de vivir y respirar elegancia como Oliverio. Luego que Oliverio se fue, Agustín continuó hablando de su situación. Era la primera vez que me hacía confidencias tan amplias.

La superficie casi plana vista minutos antes desde lo alto del puente estaba movida ahora por amplias ondulaciones que le sumían en momentánea obscuridad. Cada una de ellas era una colina que se interponía ante sus ojos, dejando libre solamente un espacio de unos cuantos metros.

En un rincón estuvo la pequeña capilla literaria cuyo pontífice fué el magnífico don Manuel Fernández y González. Allí escribió El cocinero de su majestad, y allí acudió la última noche antes de emprender el gran viaje... Las dos amplias salas de este viejo café de la Luna tienen el mismo aspecto de aquellos días.

Los vidrios de las ventanas le dirigían miradas amistosas; las lustrosas tejas del techo brillaban; se sentía, como siempre, que ese techo abrigaba el reposo de una vejez rodeada de amplias comodidades.

Viviendo así se lo encontró, cuando fue deportado a España por los sucesos del 27 de noviembre de 1871, Fermín Valdés Domínguez, su amigo, o más bien, su hermano. Y como Valdés Domínguez llevaba en la bolsa, oro bastante, se instalaron juntos en amplias habitaciones, bien situadas. Y Martí comenzó una nueva existencia.

Y el brick, sintiendo la fuerza de la brisa, se puso en marcha; sus amplias velas grises se hincharon poco a poco, el viento circuló silbando entre las cuerdas; ya Pempoul, la costa de Treguier, la isla Santa-Ana-Ros-Istam y la torre Blanca, se borraban poco a poco, huían a los ojos de los marineros, que, agrupados en los obenques y en las gavias, con la mirada fija sobre la tierra, parecían saludar a Francia en una última y larga despedida.

Detrás salieron unos encapuchados, antiguos payeses que se habían cubierto con el capote de ceremonia, un jaique pardo de lana burda con amplias mangas y apretado capuchón. Las mangas las llevaban sueltas, pero el capuchón iba bien abrochado bajo la barba, mostrando por la abertura sus rostros tostados de piratas. Eran los parientes de un payés que había muerto una semana antes.

Alberto comprendió la indicación y dirigiéndose solamente a su adversario repitió la pregunta. ¡Pues no he de querer continuar! prorrumpió Felipe. Amaury me ha ultrajado y, a menos que no me amplias explicaciones, no cejaré en mi empeño. Pues bien, yo me lavo las manos contestó Alberto; he pretendido evitar el derramamiento de sangre; mas ante tal obstinación hay que bajar la cabeza.

Viéndoles juntos, se observaba extraordinario parecido entre el señor de la Lage y su sobrino carnal: la misma estatura prócer, las mismas proporciones amplias, la misma abundancia de hueso y fibra, la misma barba fuerte y copiosa; pero lo que en el sobrino era armonía de complexión titánica, fortalecida por el aire libre y los ejercicios corporales, en el tío era exuberancia y plétora; condenado a una vida sedentaria, se advertía que le sobraba sangre y carne, de la cual no sabía qué hacer; sin ser lo que se llama obeso, su humanidad se desbordaba por todos lados; cada pie suyo parecía una lancha, cada mano un mazo de carpintero.

Don Íñigo, aunque enlazado por su casamiento a los más antiguos linajes de la ciudad, habíase conservado completamente ajeno a las seculares cuadrillas de San Juan y San Vicente, en que se hallaba dividida la nobleza de la comuna; y las salas de su mansión eran amplias, la servidumbre numerosa, la pastelería excelente. El bullidor concurso llenaba los salones.