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Actualizado: 8 de julio de 2025


Como yo había ido en el carruaje de la señorita de Valency, he vuelto a casa a pie a través del bosque, que es magnífico y en plena vegetación. La tarde era de una serenidad deliciosa y la puesta del sol de una pureza y de una luminosidad incomparables. Prestigios encantadores que se sucedían en mi espíritu como las ideas de un hermoso sueño, sumían mis sentidos en el más dulce bienestar.

Pero ahora, gracias al tío Chispas, que le tenía ley por haber conocido a su padre, era todo un marinero, estaba en camino de ser algo, podía con todo derecho meter su brazo en el caldero, y hasta llevaba zapatos, los primeros de su vida, unas soberbias piezas capaces de navegar como una fragata, que le sumían en éxtasis de adoración. ¡Y aún dicen que si el mar!... Vamos, hombre.

En medio de mi pena, de mi ternura humillada y del sombrío abatimiento en que me sumían las confesiones de Luciana, brotó de un relámpago de alegría. ¡Elena, al menos, es inocente y pura! ¿Hay, pues, mujeres leales, fieles y sin artificios y falsedades?

Caminos de suaves curvas, limpios y firmes como el piso de un salón, se extendían por el borde del mar ó ascendían á las cumbres de los Alpes, pasando de cresta en cresta por viaductos de atrevidos arcos. Las carreteras se sumían en largos túneles. Donde la roca vertical no permitía abrir una cornisa, el constructor la inventaba con taludes de muchos metros cuya base se perdía en las olas.

La superficie casi plana vista minutos antes desde lo alto del puente estaba movida ahora por amplias ondulaciones que le sumían en momentánea obscuridad. Cada una de ellas era una colina que se interponía ante sus ojos, dejando libre solamente un espacio de unos cuantos metros.

Por último, sosegó la tempestad del cielo. Poco a poco habían ido desapareciendo detrás de las montañas los espesos nubarrones que manchaban la faz del firmamento. Unos cuantos que habían quedado rezagados y que a largos intervalos, cruzando por delante de la luna, sumían a la tierra en las tinieblas, también traspusieron los picos de las montañas.

Vueltos de espaldas a la luz, Mina y Fernando se sumían en la contemplación de la noche, sin que sus miradas se buscasen, satisfechos del contacto de sus hombros, que parecían unificar en una sola vibración sus pensamientos y deseos.

Mientras supo que vivía, tuvo firmeza y amor propio: cuando las circunstancias la hicieron comprender que estaba en peligro, su pasión despertó, sin sentimiento rencoroso que la desvirtuase ni nube que la empañara. Cada día que pasaba, cada periódico que llegaba a sus manos sin decirla nada de aquella marcha, que fue célebre en la historia de la guerra civil, la sumían en mayor abatimiento.

Cualquier día levantaría ella el vuelo; lo había dicho muchas veces, se marcharía pronto, cuando terminase la primavera. ¿Qué le quedaba a él?... Obedecer a su madre; se casaría y tal vez esto le distrajese. Poco a poco iría creciendo su afecto por Remedios y tal vez llegase a amarla con el tiempo. Estas reflexiones le daban un poco de tranquilidad; le sumían en una inconsciencia agradable.

Temiendo le descubriese á Cambyses, determinó mi perdicion valiéndose de los sacerdotes egipcios. En mi patria entonces gobernaban estos; dueños de las dos terceras partes de las tierras, monopolizadores de la ciencia, sumían al pueblo en la ignorancia y en la tiranía, lo embrutecían y lo hacían apto para pasar sin repugnancia de una á otra dominacion.

Palabra del Dia

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