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»Usted, que adora a su hija, sabe de sobra que cuando se ama a Magdalena es para siempre. »¿Acaso sería posible dejar de amarla? Fuera insensato quien tal imaginara. Verla, contemplar su hermosura, y los inmensos tesoros de bondad y de fe, de amor y castidad, que encierra su alma equivale a quedar subyugado, confesando que no hay en el mundo mujer que se le iguale.

¡Ah! mi querido padrino; si usted hablase con ella solamente un cuarto de hora, estaría usted seguro de ello. La dulzura de su voz, la gracia de su mirada, todo atestigua un corazón exquisito. Yo creo que si te has puesto á amarla tan deprisa y tan fuerte, dijo Fortunato sonriendo, es que tiene un encanto irresistible. Y con todo eso, es tan modesta, tan bien educada....

Había sido una determinación juiciosa. Pero ¿qué haría ahora que traído a su lado por la fuerza de los acontecimientos se vería mezclado de nuevo en su vida y sería testigo de las efusiones entre ella y su novio? Ante esta última suposición, María Teresa se sintió conmovida por una gran piedad. Por nada del mundo consentiría en afligir con tal espectáculo a este amigo que sufría por amarla.

Cuando viviera lejos de los suyos y vistiese mejor, sería una señora «presentable»... ¿Pero podía amarla?... Febrer sonrió escépticamente. ¿Acaso resultaba necesario el amor para casarse?

mi redentora; disipa esas tinieblas que suelen nublar mi alma, y torna en plácida aurora las noches de mi espíritu. «Tienes razón: la vida es amable; debo amar la vida como un don del cielo; debo amarla para hacer el bien, y... ¡para amarte mucho, mucho, como mereces ser amada! «¿Me dices que las margaritas de los maizales te han dicho que te amo?

El momento actual es una etapa del largo y variado desenvolvimiento de la razón humana: tiene importancia capital para nosotros, aunque comparado con la historia total de ese desenvolvimiento signifique poco. No debe, pues, el artista despreciar la época en que ha nacido, sino amarla para poder extraer de ella el jugo divino de la poesía, que existe en todos los tiempos y todos los lugares.

Observó entonces que la imagen de María Teresa, que antes lo encantaba, se convertía ahora en fuente de preocupaciones tristes, y pensaba: Quiero amarla, pero no con la perspectiva de tantas molestias. Estoy ya descorazonado y hastiado. No hay nada igual a estas terribles cuestiones de la lucha por la vida, para sofocar todo noble impulso de amor.

Abría los ojos despavoridos encima de aquella memoria incitante, y no sabía qué cosa le atraía más a la visión tentadora, si era el gozo de amarla o el quebranto de perderla.

Y no obstante, él ha amado, ama aún y llora a otra. No sabrá amarla como yo la amaba. No puede dedicar a ella todos sus recuerdos, todos sus pensamientos, toda su vida, y cuando esté recostado sobre su seno, pensará en otro amor y en otra felicidad. ¡Desengáñate de tu dicha, alma tierna y confiada! Ese esposo no es el que el cielo te destinaba.

Y todo ¿por qué? Por haber tenido la desgracia de amar á una criatura feroz que jugaba con mis sufrimientos y se felicitaba por mi abyección. Lea levantó los brazos y por primera vez miró á Jacobo con ojos aún turbados por el terror. ¡No! No por haber tenido la desgracia de amarla, replicó, sino por haber cometido la indignidad de hacerla traición...