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Después de mascullar las buenas tardes se fué a sentar en el rincón de costumbre, perseguido por las miradas burlonas de las costureras, a quienes por ésta y otras razones, tenía declarado odio eterno. Después de pagarles aquella risueña acogida con otra mirada oblicua y feroz, guardó silencio por algunos minutos.

Aturdido el infeliz Hermano, que había logrado ponerse a salvo de los primeros perseguidores, cayó en manos de otro grupo no menos feroz, mientras Gracián, sin salir de su paso acertó a encontrarse junto a la puerta que conducía al coro de la Iglesia.

Lo que es el coburguismo femenino, legitimo, o ilegítimo, sigue hoy como en las primeras edades del mundo, desde Raab y Dalila hasta la gallarda y elegante Cora. Este coburguismo es más disculpable que el masculino. Lope de Vega le disculpaba diciendo: No estaba pobre la feroz Lucrecia, Que, a darle Don Tarquino mil reales, Ella fuera más blanda y menos necia.

El deseaba vivir: juerga, alegría, mujeres; de lo bueno, lo mejor. Sabía dónde se encontraba todo: sólo era asunto de agallas el hacerse dueño, y él las tenía. Aunque muchacho, había visto bastante. Su sonrisa era una mueca de viejo, un gesto de repugnante precocidad, que se reflejaba en sus ojos con un brillo feroz.

Al llegar el fiscal en la larga lista de acusación al nombre de Luna, detúvose un instante para lanzarle una mirada feroz.

El domador se detuvo un momento y se oyeron en el interior de la barraca terribles rugidos, y como contestándolos, el ladrar feroz de una docena de perros. El público quedó aterrorizado. En el desierto...

¡No hay más!, murmuró Roussel en tono de sospecha. ¡Nada! Entonces ¿has visto al monstruo mismo? Un monstruo nada feroz, dijo Mauricio riendo. ¡Diablo! ¿Cómo te las has compuesto?... Pero, sin duda, ella no te conocía cuando te acogió é ignoraba el vínculo que nos une. Es verdad que, en cuanto lo supo, su actitud cambió completamente. ¡Ah! ¿Lo ves? exclamó Roussel triunfante.

A la vista ya de la costa occidental de Italia ocurrió la enorme desventura de que el barco veneciano fuese apresado por el corsario o más bien por el feroz y desalmado pirata cuya merecida y trágica muerte hemos ya narrado.

Ibitupuá, el astuto y cauteloso, Con ánimo feroz junta, pregona, Y manda, como hombre poderoso, Que venga en general toda persona. El ser tenido ya por dadivoso, Y que á trabajo alguno no perdona, Le hace al guaraní venga contento A la presente junta y llamamiento.

Los primeros eran franceses, monjes del famoso monasterio de Cluny, enviados por el abad Hugo al convento de Sahagún, y que comenzaban a usar el Don como señal de señorío. A la piadosa tolerancia de los anteriores obispos, acostumbrados al trato con árabes y judíos en la amplia libertad del culto mozárabe, sucedía la feroz intransigencia del cristiano conquistador.