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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Los primeros eran franceses, monjes del famoso monasterio de Cluny, enviados por el abad Hugo al convento de Sahagún, y que comenzaban a usar el Don como señal de señorío. A la piadosa tolerancia de los anteriores obispos, acostumbrados al trato con árabes y judíos en la amplia libertad del culto mozárabe, sucedía la feroz intransigencia del cristiano conquistador.
Según las noticias que he podido reunir, entre dichos artistas figuraban el navarro Alvar García, el francés Casandro Romano y el italiano Florín de Pontuerga; mas no se sabe á punto fijo quiénes continuaron la obra, aunque se conjetura que serían también extranjeros de la escuela de Cluny, pues el arte no llegó por entonces en España al grado de madurez que denota la Catedral Vieja.
Delaberge se echó a reír. ¡Apuesto, señora Liénard, que es él quien le aconseja en este asunto de los deslindes! Lo ha adivinado usted... Cuando hace dos años regresó Simón de la Escuela de Cluny, ofreció a los usuarios del pueblo defender gratuitamente sus intereses y todos le dimos plenos poderes... Y así es como entré en relaciones con él.
Me llevarás mañana un pañuelo imitando Cluny.... ¡La de las puntillas! exclamó doña Dolores . ¡Buena pieza! Ahora las hacéis muy mal, tú y tu tía.... Ponéis hilo muy gordo. ¡Se ve tan poco... los días son tan cortos! Y tiene una las manos frías; en hacer una cuarta de puntilla se va una mañana. Casi, descontando lo que nos cuesta el hilo, no sacamos para arrimar el puchero a la lumbre....
¿Su antigua habitación? replicó el hostelero. ¡Ah! sí, pero, vea usted... El caso es que no la tenemos libre... La hicimos restaurar por completo y la ocupa ahora nuestro hijo... Simón, que regresó hace dos años de la Escuela de Cluny con todos sus títulos. ¿Tienen ustedes un hijo? preguntó el inspector general con alguna sorpresa.
Ya más sano en mi alma, volví a bañarme en la onda tépida y vigorizante del Breviario. Ahora, tres himnos se alojaron en mi pecho y ardían de modo inmarcesible, como lámpara de tres lenguas iguales: los tres himnos a María Magdalena, uno precisamente del cardenal Belarmino, otro de San Gregorio, retocado por Belarmino, el tercero de San Odón de Cluny, retocado también por Belarmino.
Poco después Rostand, en unión de Enrique Lee, un autor hoy completamente olvidado, escribió en cuatro noches, y con destino al teatro de Cluny, un «vaudeville» en cuatro actos titulado «El guante rojo». La crítica actual nada dice de aquel vago engendro, del que ni siquiera tengo noticia que llegara á estrenarse.
Palabra del Dia
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