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Actualizado: 16 de junio de 2025
No te demores... que yo también quiero bañarme y usted acompáñeme a traer duraznos... Como quiera, don Ricardo. Vamos. Al dirigirse al monte de durazneros cruzaron el jardín en silencio; pero al entrar en aquél, dijo Ricardo: Baldomero, en los pocos días que lo he tratado me ha parecido encontrar en usted un hombre serio, de experiencia y capaz de dar un consejo. Usted dirá, don Ricardo.
La amistad de mi buena madrina, los cuidados atentos y verdaderamente maternales de la nodriza, a la que yo creo con títulos aún más sagrados a mi reconocimiento, y sobre todo el afecto de mi padre, lo embellecían todo. Unicamente, cuando volvía del campo le sentía aún algunas veces bañarme con sus lágrimas, pero yo no me inquietaba, pensando que lloraba de alegría.
Me gusta como el mar: para bañarme; pero no para quedarme en él; me gusta Buenos Aires para pasar breves temporadas; ¡pero me sofoca la vida entre más de un millón de personas que se agitan, hablan, se mueven, atropellan, contagian, pegan, muerden! ¡¡Luján!! gritó en el andén la misma formidable voz de los «booletos». ¿Tendremos tiempo de bajar? preguntó Lorenzo.
Déjame, déjame meter la cabeza dentro, déjame bañarme en este río de oro. Y ocultó, al decir esto, su rostro en la cabellera blonda de la niña. Mas sucedió que, pocos momentos antes, como sonasen en el reloj las siete de la tarde, las costureras y bordadoras dejaron su obra, y se dispusieron a retirarse.
Prefiero bañarme en agua tibia con una botellita de Kananga. ¿Me negará usted que el sol es hermoso? Es hermoso, pero un poco cursilón. Yo no digo que allá al principio del mundo no fuese una cosa asombrosa, digna de verse; pero ustedes comprenderán que ahora está anticuado. ¿Hay nada más ridículo en una época tan positivista como la presente que llamarse Febo y gastar cabellera de oro?
¡Sí, yo también nací y viví en Arcadia! También supe lo que era caminar en la santa inocencia del corazón entre arboledas umbrías, bañarme en los arroyos cristalinos, hollar con mis pies una alfombra siempre verde.
Ya más sano en mi alma, volví a bañarme en la onda tépida y vigorizante del Breviario. Ahora, tres himnos se alojaron en mi pecho y ardían de modo inmarcesible, como lámpara de tres lenguas iguales: los tres himnos a María Magdalena, uno precisamente del cardenal Belarmino, otro de San Gregorio, retocado por Belarmino, el tercero de San Odón de Cluny, retocado también por Belarmino.
Basta verla para comprender lo que es, y por otra parte si así no fuera, no la habría mandado el padre a pasear sola con nosotros, por el jardín. Lo que voy viendo en mi sentir, es que va ir saliendo cierto lo que yo decía... ¡Si se me hace que la Pampita va ir a conocer Buenos Aires!... Por lo pronto yo voy a... bañarme dijo Lorenzo levantándose.
Yo no puedo bañarme y el médico me ha dicho que el aire del mar más podría hacerme daño que provecho por ahora. Vetusta se pone muy triste por el verano.... No... no me parece.... Don Víctor los dejó solos. Don Álvaro clavó los ojos en el rostro de Ana con audacia y ella levantó los suyos, grandes, suaves, tranquilos y miró sin miedo al seductor, a la tentación de años y años.
Entónces me puse á bañarme la cara con agitación casi febril, y á chupar naranjas dulces con desesperación. Me puse de pié, me agarré de las vergas laterales, de las barandas, y marché.
Palabra del Dia
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