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Me vine y... aquí estoyMi opinión, Ricardo, es que nos cuentas la mitad de la jornada; pero con lo dicho me basta para comprender que esto es asunto concluido. No he reservado nada, Melchor; te he dicho toda la verdad, ¿y concluido?... ¿por qué?... Porque si la Pampita no te aceptara de plano, te lo habría dicho o te lo habría hecho saber por don Casiano.

Así es le contestó Ricardo, abrumado de emoción ante aquel portento de suprema belleza, de insuperable dignidad, de extraordinario candor. Estaremos entonces en la chacra del contraste dijo ella con la mayor ingenuidad. Entiendo que tenemos el honor de hablar con la Pampita repuso Lorenzo acentuando esta palabra. No por qué el honor contestó ella, estableciendo así la propiedad del apodo.

El break entró en la chacra ascendiendo la pendiente del camino que daba acceso a la casa, en cuyo corredor estaba don Casiano que, al reconocerlo a la distancia, dijo a la Pampita: Son los Astules... tomá el mate, hijita y se dirigió al encuentro del carruaje, que ascendía penosamente el final empinado de la cuesta. ¡Jiú!... ¡jiú!... ¡jiú!...

Antes de que Ricardo encontrara la fórmula de una respuesta presentable, la Pampita tuvo la amabilidad de decirle: ¿Podría preguntar, sin indiscreción, por qué me ha hecho usted esa pregunta? ...Porque... me parecía haberla visto allá... ¿Cuándo?... ¡«Cuándo»! repitió para Lorenzo, pensando al mismo tiempo: «¡qué preguntas formula esta muchacha!...»

¿Y cuando no se trata de flores? le dijo Ricardo, bajando un poco el tono de la voz. ¿Y de qué?... ¿de pájaros?... ¡Me pasa lo mismo! ¿Y si se tratara de personas? insistió Ricardo, más subyugado cada vez por la Pampita. Exceptuando a mi padre y a mi hermana... más o menos lo mismo. ¿No tiene usted más familia? intercedió Lorenzo.

¡Por indicación tuya!... ¡pero no le digas que se trata de mi cumpleaños, porque lo pondrías en el compromiso de regalarme algo y no sea el diablo que me regalara... la «Pampita»! ¡No seas bárbaro!... Bueno: ¿voy? Como te parezca... lo que es por ... Convenido; ¿me hará preparar caballo, Baldomero? ¿Cómo no, señor, si usted dispone? ¿Y me acompañará Juancito?

La Pampita no es de esa clase, Melchor, y tan no lo es, que se conserva hace tiempo en la misma actitud y no la modificará ni por ni por nadie. Vuelve mañana; insiste; plantea un dilema de términos extremos, y ya verás... ¡La Pampita no puede ser una mujer distinta de todas!

Basta verla para comprender lo que es, y por otra parte si así no fuera, no la habría mandado el padre a pasear sola con nosotros, por el jardín. Lo que voy viendo en mi sentir, es que va ir saliendo cierto lo que yo decía... ¡Si se me hace que la Pampita va ir a conocer Buenos Aires!... Por lo pronto yo voy a... bañarme dijo Lorenzo levantándose.

¡Qué buena comparación! exclamó Ricardo riéndose a tiempo en que Lorenzo decía: La Pampita habrá salido ingénitamente honesta... porque lo que es la educación no iba a corregir ni a morigerar un temperamento meridional puesto en contacto asiduo con la naturaleza. Bueno, de eso yo no entiendo, don Lorenzo; pero lo que decirle es que la Pampita puede ir donde quiera sin que nadie le falte.

Claro está, y según parece lo que don Casiano se proponía era poner a su hija a cubierto de las influencias del medio en que debía vivir, exactamente: lo has dicho. En eso yo no entro dijo Baldomero, pero que la Pampita es una muchacha decente... ¿eso?... ¡por donde la busquen!... Y póngala a la prueba, don Lorenzo. ¡Si yo no lo pongo en duda!