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¡Es lo que te recomiendo siempre!... ¡pero no lo necesita!... ¡No saben ustedes lo que vale esta prenda! ¡Cállese, le digo! Don Casiano, que con Melchor llegaba a reunirse con el grupo de la Pampita, dijo a ésta: ¿Y ésas son las flores que les has juntado? No quisieron más, tata. ¡Gran cosa! Es suficiente, señor. Apurémonos dijo Melchor que la noche se viene.

Si a veces sabían decirle que la iba a enfermar con tanto estudio porque la pobrecita se pasaba los días con los libros... y «meta» piano de sol a sol. Es un caso curioso, como pocos; porque don Casiano no es un hombre ilustrado, ¿no? ¿Qué se habrá propuesto con la Pampita?

¡Consejos!... que no se cumplen le interrumpió a Lorenzo don Casiano, agregando: y, ¿qué van a tomar los señores?... ¿Querrán leche recién ordeñada?... ¿o un matecito?... Usted estaba «mateando», don Casiano le dijo Melchor. Seguiremos... si ustedes gustan contestó levantándose y aproximándose a una ventana, en la que, alzando la voz, dijo: Pampita, trae mate, hijita.

¡Divina! pensaron simultáneamente Lorenzo y Ricardo al aparecer la Pampita, a quien fueron presentados por Melchor y de quien recibieron un saludo despojado de toda afectación. ¿Y el mate, hijita? Ahí lo trae el «ñato», tata repuso ella tomando una silla y sentándose con la majestad de una reina y la sencillez de una niña.

¿Para qué hora piensan salir? Yo voy a ir a despertarlo. Será, señor, si no hace un paseo más largo... ¿Qué paseo? El galope con la «Pampita»... La «Pampita»... la «Pampita»... repetían Lorenzo y Ricardo. En el momento en que Lorenzo abría la puerta para salir al corredor, llegaba Baldomero con el mate en la mano. ¡Vaya, don Lorenzo, así me gusta! Ya ve: lavado y listo. ¿Y los compañeros?

Es claro que no les he repetido sílaba por sílaba cuanto hemos hablado, pero tengo la certeza de que si don Casiano vive veinte años, durante ellos la Pampita se conservará igual. ¡Qué se va a conservar!... ¡no seas ingenuo!... mantiene una actitud simpática, porque es inteligentísima, para hacerse más interesante, pero ha comprendido que eres un gran partido y no lo perderá.

¿Bromas?... ¿A que digo «de qué» estás enfermo?... ¿Digo? ¡Pero esta muchacha que no viene! exclamó el viejo, más que nada por cambiar de conversación y aproximándose de nuevo a la ventana, dijo: ¡Pampita! ¿y el mate? ¡Voy, tata!

En efecto, el mate llegó en manos del «ñato», muchacho de quince años, poseedor de una «superlativa» nariz ciranesca, que dio motivo a Lorenzo para romper el silencio de estupor que siguió a la deslumbrante aparición de la Pampita. Creo que estoy, señorita, en la chacra de los contrastes.

¡De tal modo era intensa la esplendorosa irradiación de la «Pampita»...! Parece que está pesado el camino dijo Lorenzo. Este pedazo está feo le contestó Baldomero, antes sabía haber un pantano aquí; pero don Casiano lo está arreglando.

¡No vaya a hablar solo también; no sea el diablo que lo tomen por loco...! ¿Y usted cree, Baldomero, que no hay más locos que los que hablan solos?... ¡Qué voy a creer, señor!... ¡si hay locos de toda laya!... locos de hambre... esos que hay ahora que les dicen locos de verano... ¡Si hasta hay locos por... la Pampita!..... Eso de los locos de hambre, ¿lo ha dicho por ?...