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Actualizado: 13 de junio de 2025
¡Queda lejos! ¿No quiere ir más bien a tomar un mate con don Casiano?... Así estos señores conocerán algo bueno... ¡Viera cómo se ha puesto la Pampita! ¡Cómo no! ¡vamos! A lo de don Casiano... ¡ché, Hipólito! Este, que se encontraba en su puesto esperando órdenes, volvió la cabeza y preguntó: ¿Aquí a la casa? No, a la chacra... están en la chacra...
¡Confiesa, Ricardo, que la Pampita te quita el sueño! Algo hay de eso... en realidad. Me interesaría volver a hablar con ella... ¡qué demonio de muchacha!... ¡es tan linda!... ¡y tan educadita!... En eso, dificulto dijo Baldomero que haya otra igual... ¡porque miren que don Casiano le ha puesto maestras!... Y de las mejores que pudo traer de Buenos Aires... ¡Sí, señor!
¡Sí, hombre!, te acompañará Juancito... y llevará el «tostado» ¡que es de «anca»!... por si hay que traer a la «Pampita». Te ha dado fuerte con la «Pampita»... ¡Más fuerte te ha dado a ti! ¿Y qué camino debemos tomar, Baldomero, para evitar un nuevo encuentro con Anastasio? Juancito le dirá, don Ricardo; pueden pasar por el campo de los Gómez, ¿sabe don Melchor? que no es una vuelta grande.
Eso lo discutiremos después. Ni veo qué tenga esto que ver con esos contrastes a que ustedes se refieren. Lo que nosotros no vemos es la razón para llamar a usted «Pampita». Muy justa: ¡sí lo soy! yo he nacido aquí... en plena Pampa, y desde chica me dicen así.
¿En qué?... ¡Y usted me lo pregunta!... dijo riendo sonoramente la Pampita. ¡Sí!... ¡Yo!... repuso Ricardo con la voz trémula.
Pampita, ¿y no comemos? le preguntó don Casiano, interrumpiendo aquel soliloquio, cuya causa podía estar y no estar en la casual línea de luz del horizonte. Sí, tata; ya mandé sacar repuso, dirigiéndose hacia el comedor, seguida de su padre. Camino del pueblo iba, entretanto, el break a largo trote, hablándose en él del tema obligado: la «Pampita».
Pues en cuanto bajé del caballo vi aparecer al «ñato», a otro individuo que parecía peón, a una señora de buen aspecto y alguien más... no me acuerdo... que me miraron desde una distancia y se alejaron en seguida, en momentos en que la «Pampita» me tendía la mano y me saludaba como a un viejo amigo, ofreciéndome asiento.
Haces mal en hablar así... la Pampita es incapaz de una coquetería, ni de una farsa: me ha revelado un propósito firme y sincero, que nada ni nadie hará modificar. Bueno; no te resientas. ¡Si no me resiento! Haces una defensa que lo parece. Es que tú pretendes presentar a la Pampita como a una cualquiera.
¡Es diferente, don Ricardo!... una cosa es ir a un encargue y otra es ir... pongo por caso, a visitar la «Pampita». Realmente, valdría la pena dijo Lorenzo, conque yo que nunca me he fijado en muchacha alguna he quedado fuertemente impresionado con ésta. ¡Ya ves!
Cuando Lorenzo se encontró con la mirada de la Pampita; cuando vio aquellos dos ojos inteligentes, apacibles, escudriñadores y profundos como jamás habría creído encontrar; cuando vio que ella le miraba, creyó que había cometido una inconveniencia, una falta, una descortesía obligándola a mover aquellos ojos y a desplegar aquellos labios... Me ha parecido oír el apodo del cebador de mate.
Palabra del Dia
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