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No habían andado dos leguas, cuando Baldomero exclamó: Pará, ché Hipólito; aquel hombre viene queriendo alcanzarnos. En efecto, era un peón de Garona, que al llegar próximo al break y antes de que su caballo se detuviera del todo, se arrojó de él, bajándole la rienda, y dirigiéndose a Melchor le dijo: Aquí le traía estos telegramas.

Yo también me siento con apetito dijo Ricardo dirigiéndose a Baldomero y aludiendo a las palabras de éste en el break. Es la mejor salsa, señor repuso y agregó mirando a Lorenzo: ¿y usted, señor, se siente con disposición? No mucha.

¡Mira que aquí hay una sombrita! insistió Melchor encogiéndose tras del cochero. No, voy bien; es que hace calor, no más. ¿No quieres para atajarte del sol... un diario?... le dijo Melchor irónicamente. Y a propósito, ¿los traes? ¡Todos!.... Baldomero que oyó hablar de diarios, aproximó su caballo hasta poner una mano sobre el guardabarro lateral del break y preguntó: ¿Hablan de algo los diarios?

El break entró en la chacra ascendiendo la pendiente del camino que daba acceso a la casa, en cuyo corredor estaba don Casiano que, al reconocerlo a la distancia, dijo a la Pampita: Son los Astules... tomá el mate, hijita y se dirigió al encuentro del carruaje, que ascendía penosamente el final empinado de la cuesta. ¡Jiú!... ¡jiú!... ¡jiú!...

Yo preferiría que nos ensayáramos de a poco. Vayan ustedes en el break; yo iré a caballo. ¡Eso es! Y así podremos alternar... un poco en tu caballo... y otro en coche. Si quieren dijo Baldomero hay caballos muy mansos y de lindo andar... bueno, que para ir hasta lo de Anastasio es lejos, agregó recapacitando. ¡Y usted hablaba de «corrernos» hasta el pueblo!

Después de vivir en fonda un poco de tiempo, decidióse a poner casa. Tomó un criado, se hizo traer el almuerzo de un restaurante y comía cuándo en Lhardy, cuándo, en casa de alguno de sus muchos amigos. Su cuadra la tenía muy cerca, en la calle de las Urosas, y no estaba mal provista: dos jacas de silla, inglesa y cruzada, un tiro extranjero y otro español, berlina, charrette, milord, break.

Y esta mañana a las cinco estaba esperándome al pie de la cuesta su gran break, cargado de escopetas, perros y víveres. Henos aquí rodando por la carretera de Arlés, algo seca y árida en esta madrugada de diciembre, en que apenas se distingue el pálido verdor de los olivos y el verde intenso de las encinas, demasiado de invernadero y como ficticio.

Pampita, ¿y no comemos? le preguntó don Casiano, interrumpiendo aquel soliloquio, cuya causa podía estar y no estar en la casual línea de luz del horizonte. , tata; ya mandé sacar repuso, dirigiéndose hacia el comedor, seguida de su padre. Camino del pueblo iba, entretanto, el break a largo trote, hablándose en él del tema obligado: la «Pampita».

Juan comprobó, con profundo disgusto, que Huberto Martholl se precipitaba tras de María Teresa, y se instalaba al lado de ella en el break; la joven lo recibió con una sonrisa. ¡Oh! cuánto habría dado Juan por oír las palabras que cambiaban...

En la intimidad con Melchor y en ausencia de testigos, se resarcieron con creces del discreto silencio observado desde el pueblo hasta la estancia, durante el viaje en el break y ni el más mínimo detalle escapaba a las preguntas que formulaban Ricardo y Lorenzo: ¿Qué es eso? ¿Cómo se llama ese pájaro? ¿Qué animal es aquél?, etc., etc.