United States or Grenada ? Vote for the TOP Country of the Week !


Doña Mónica, la patrona que le tenía alojado por la módica cantidad de tres pesetas cincuenta céntimos diarios en un cuarto de la calle de las Hileras, le aconsejaba prudentemente «que no hiciese caso y comiese», pero él no podía seguir este consejo prosaico al menos en su primera parte.

Ora excitado yo á dar mi parecer sobre flamantes producciones literarias, ora movido é inspirado por los tristes acontecimientos políticos de nuestros días, he escrito y esparcido, por revistas y periódicos diarios, lo que aquí va reunido.

Murió hace dos años, luego de haber hecho una buena fortuna y educar a la familia como Dios manda. Un hijo suyo es doctor y dicta clases en la Universidad. Muchas veces he leído su nombre allá en París, cuando doy un paseo hasta la Avenida de la Ópera y echo un vistazo a los diarios argentinos en el Banco Español.

Poco después Flimnap se encontró con un grupo de noticieros de los grandes diarios, que le iban buscando desde horas antes. Querían conocer su opinión sobre lo ocurrido en la tertulia del Padre de los Maestros, pero él se expresó de un modo ambiguo. De buena gana hubiese contestado rudamente á estos curiosos insaciables que le perseguían á todas horas; pero la gratitud le obligaba á ser cortés.

Bebé y Raúl han hecho hoy muchas visitas: han ido con su mamá a ver a los ciegos, que leen con los dedos, en unos libros con las letras muy altas: han ido a la calle de los periódicos, a ver como los niños pobres que no tienen casa donde dormir, compran diarios para venderlos después, y pagar su casa: han ido a un hotel elegante, con criados de casaca azul y pantalón amarillo, a ver a un señor muy flaco y muy estirado, el tío de mamá, el señor Don Pomposo.

¡Yo... me... duermo! agregó Lorenzo. Pues aprovechen... ¡nada!... Recostarse y dormir, que quien duerme come. ¿Y ? Yo no tengo sueño... voy a leer los diarios. Lorenzo y Ricardo se dispusieron a dormir un rato, acomodándose lo mejor posible en los asientos, no muy amplios, mientras Melchor sacaba los diarios que había puesto en la percha y se ubicaba en un asiento inmediato.

¡Ahí está Hipólito!... exclamó Melchor y asomándose por la ventanilla del coche que aun marchaba, le gritó: ¡Hipólito!... ¡Hipólito!... ¡aquí!... ¿Quién es ése, ché? El cochero de la estancia... ¡verán qué tipo!... toma tu valijita, Lorenzo... y para ti Ricardo, toma... ¡ que no puedes pasarte sin los diarios!... ¡No seas pavo!...

¡Que se necesita una semana para leer todo esto y ante la imposibilidad de hacerlo acaba uno por no leer más que los títulos y a veces ni eso! ¿De modo que los diarios no sirven para nada? Van en ese camino, como que han pasado de la síntesis informativa a la dilución abrumadora. ¡Es ganas de criticar! No hay tal y en menos; pero mira... 36 páginas... y... 24 páginas...

Sus piernas y sus brazos desgonzados, no se palpaban al través de la ropa, pero siempre era el mismo; el gran charlador, difuso y narrador de insulseces; gran expositor de lugares comunes, de doctrinas tomadas al instinto, de principios incompletos; siempre enemigo de los libros; desolado por el prodigioso aumento de las librerías y de las ediciones: furioso contra la exagerada difusión de las obras científicas; partidario constante, invariable, inconmovible del periodismo: siempre citando su colección del Gorro de la Libertad y de La Espada de Damocles, los diarios que había escrito después de la caída de Rozas.

Las clases y categorías que en los diarios se mencionan son: Capitán, maestre, piloto mayor, piloto, veedor, escribano, físico, alguacil mayor, alguacil, contramaestre, marinero, escudero, grumete, paje y bajo el título de oficiales de nao, carpintero, calafate, tonelero, despensero, lombardero y trompeta. Los que con toda certeza quedaron en la fortaleza de la isla Española y allí finaron;