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Actualizado: 9 de julio de 2025
Sin embargo, supiste arreglar a la hija del Rato... Adiós, adiós... ¿Qué tal, Sinforoso? ¿Cuándo te dan la mano de Cipriana?... Bien te hacen penar, hombre. ¿Por qué no los amenazas con pasarte otra vez al Saloncillo? Había muchas señoras con dominó negro, que eran las que daban estas bromas, demasiado vivas a veces. La mayor parte de ellas eran viejas.
¡Ahí está Hipólito!... exclamó Melchor y asomándose por la ventanilla del coche que aun marchaba, le gritó: ¡Hipólito!... ¡Hipólito!... ¡aquí!... ¿Quién es ése, ché? El cochero de la estancia... ¡verán qué tipo!... toma tu valijita, Lorenzo... y para ti Ricardo, toma... ¡tú que no puedes pasarte sin los diarios!... ¡No seas pavo!...
Y el padre resurgía, maldiciéndose a sí propio, apartando los rizos del chiquillo, mojando un pañuelo en agua, y atándolo con cuidado indecible sobre la descalabradura. A ver cómo lo cuidas... gritó dirigiéndose a Sabel . Y cómo haces la cena en un vuelo.... ¡Yo te enseñaré, yo te enseñaré a pasarte las horas en las romerías sacudiéndote, perra!
Por la mañana salió temprano a misa y tuvo valor para subir a una casa de préstamos y empeñar una sortija. Cuando su marido se levantó, le dijo sacando un billete de su cómoda: Oye, Mario. Cuando salgas hazme el favor de pasarte por la Mahonesa y traerme unas yemas de coco... pero que no se enteren en casa. Ya sabes que me da vergüenza... ¡Ah!
No habías de pasarte lo mejor de la vida escribiendo papelotes en casa de don Juan. En la hacienda estarás muy bien; ganarás buen sueldo, porque ese señor sabe pagar a los que le sirven; vendrás a vernos cada quince días, y todos estaremos muy contentos. Tía Pepa entraba y salía.
Perdóneme usted, amiguita indicó Eponina con bondad , me va usted a estropear el vestido; me lo está usted mojando con sus lágrimas. Me lo quitaré replicó Isidora haciendo un gesto de niña mimosa . Miquis, haz el favor de pasarte a la sala, que me voy a mudar de traje». Alejose un rato el médico. Cuando volvió, ya Isidora había tomado su forma primera.
¿Por qué no en la escuela? Eso no es amable, señor cura... ¿Quién iba entonces a azucararle a usted el café? Crea usted, querida señorita... Por otra parte, yo me opondría formalmente, declaró Neris con calor; esta niña no se ha separado nunca de nosotros y no es ahora, cuando su educación está casi acabada... ¡Bravo, tío! En primer lugar, no podrías pasarte sin mí. ¡Querida niña!
¡Que si la tengo! ¡que si tengo razón! ¡tanta tengo, que se me sale por la tapa de los sesos! Pues mira, primero eres tú. Ya lo creo que primero soy yo. Ello pasará; los primeros momentos son crueles; pero cuando te acostumbres... ¿Y á qué me he de acostumbrar? A pasarte sin tu hermano... Pues qué, ¿no me pasaba sin él? Sí, pero no es lo mismo decir tenía un hermano, á decir ya no le tengo.
Por ti me privaría yo de hablar con todas las mujeres de este mundo... ¡y tú, en cambio, no puedes pasarte sin las guasas de ese tío! Soledad, que reprimía á duras penas la impaciencia, exclamó: ¡Ea, basta ya! Hago lo que se me antoja.
Palabra del Dia
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