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Sabiendo que te quiero tanto... Y yo a ti... ¿Pero por qué no te sientas? No... Me voy en seguida. No he venido más que a traerte una cosa... A traerme una cosa... ¡a ! , verás. Y diciendo verás, hizo con el brazo derecho un raudo y enérgico movimiento, y le descargó tan de lleno la mano sobre la cara, que la otra no pudo resistir el impulso, y dando un grito, se cayó al suelo.

María Teresa se excusó y salió precipitadamente. Algunos minutos después, la puerta del salón se abría, para dar paso al señor Aubry, sostenido por sus dos hijos. Estaba muy pálido; se dejó caer pesadamente sobre un sofá; luego, a Martholl le dijo: Discúlpeme de presentarme en esta triste figura... me he desvanecido en la fábrica y han tenido que traerme en coche como un bulto.

Después como si fuese acometida súbitamente por un rapto de locura se puso a gritar a la niñera: ¡Juana! ¡Juana...! ¡El niño! ¿Dónde está el niño? ¡Traerme el niño...! ¿Qué haces? ¿Qué quieres? preguntó a su vez sorprendido Aldama. ¡El niño! ¡El niño! seguía gritando Clara sin hacer caso.

Señora Braun, hágame el favor de traerme al jardín el ramo que verá usted en un jarro del Japón sobre una mesita del cuarto de Magdalena, porque hay que hacerlo enteramente igual a ése.

Por más que hice para hacerlos comprender que la operación que había yo llevado a cabo era en realidad muy sencilla, se obstinaron en traerme, casi a la fuerza, a este palacio, en donde tienen su morada los hombres más eminentes de la tierra... En efecto, vea usted: aquel caballero del sombrero alto y la corbata amarilla es el Gran Khan de la China; el otro, que se pasea con las manos detrás de la espalda, es López, el famoso ingeniero López, quien logró construir el puente entre la tierra y el sol, obra reputada durante mucho tiempo como impracticable.

Las corrientes del mundo me arrebataron y luché con ellas con suerte varia; ninguna ¡ay! volvió a traerme hasta los montes nativos, y cuando un día después de muchos años volví a ellos, ya no guardaban sino restos miserables, escapados al hacha del montaraz; y del pobre rancho y de la familia que lo ocupó, ni el recuerdo siquiera. ¿Qué fue de los míos?

La mirada magnética de Venturita había concluído por electrizarle. Has hecho mal en traerme a tu cuarto dijo sonriendo mientras se pasaba el pañuelo por la frente. ¿Pues? preguntó ella abriendo y cerrando varias veces los ojos, como esos relámpagos que se advierten a la caída de la tarde en los días muy calurosos del verano. Porque me siento mal respondió él con la misma sonrisa.

Muy quieto me estaba yo en mi convento de Zaragoza, sin salir de él sino para mi cátedra en la Universidad, cuando el duque de Lerma me sacó de mi celda para traerme á la corte; muy alejado de toda codicia, cuando me hicieron provincial de la Tierra Santa y visitador de mi Orden en Portugal, y muy ajeno de que más adelante me nombrasen archimandrita del reino de Sicilia.

Ese inglés tiene una audacia sin límites, en nada repara y será capaz de traerme aquí la casa entera con doña María dentro, cual una cotorra en su jaula. ¿No le crees capaz de eso? De eso y de mucho más. Pero lord Gray no parece. Nadie sabe su paradero. Fue a la expedición del Condado, y aunque se cree que regresó a Cádiz, no se le ve por ninguna parte.

Pecados ajenos me trajeron, y pecados ajenos me llevan, como si no bastaran y aun sobraran para llevarme y traerme mis pecados propios. Y Dios os lo pague por el papel, y dadme licencia para que escriba. La condesa no contestó; fuése al hueco del un balcón y se puso á llorar de espaldas á Quevedo.