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Francamente, con todas esas riquezas y vuestros recuerdos de niña, ¿envidiaríais la suerte de la camarera mayor de la reina de todas las Españas? Pues, no obstante, una joven está allí sola; el crucifijo, la mesita, la reja, la cama, el perfume dulce y tenue, todo lo tiene; pero ella no mira ni la pradera, ni el baile, ni el sol que se oculta resplandeciente.

Le acompañó hasta la puerta, rascándose la mota, y dejó paso franco: un saloncito, primero, con muebles pretenciosos, y en la pared un cuadro litográfico, con marco negro, representando a San Martín; en medio, una mesita y un tintero de bronce, con el busto de Belgrano.

Y que no olvidase comprar hilo, agujas y unas alpargatas para el pequeño. ¡Criatura más destrozona!... En el cajón de la mesita encontraría el dinero. Y mientras la madre daba una vuelta en la cama, dulcemente acariciada por el calor del estudi, proponiéndose dormir media hora más junto al enorme Batiste, que roncaba sonoramente, Roseta seguía sus evoluciones.

La engañaba bebiendo aún más y el pobre hombre estaba en un círculo vicioso del cual no podía salir sino por la muerte. La duquesa se asustaba alguna vez de su ardoroso aliento y no se atrevía a manifestarle sus terrores, pero colocaba discretamente sobre su mesita de noche alguna tisana refrescante y perfumada que él no tomaba.

Mientras Facia se llevaba el achacoso artefacto, tendieron ellas sobre la mesa otra colcha de damasco rojo, y sobre la colcha una muy blanca sabanilla con randas de muchos calados; luego trasladaron de la cómoda a la mesa el crucifijo de marfil, cuatro candeleros y el vaso con agua bendita y el ramito de laurel; enseguida otra alfombra delante de la mesita; después todas las tiras y ruedos que se encontraron para formar una senda tan larga como se pudo; cuatro vapuleos a las sillas antes de ponerlas en orden; unos toquecitos más a las ropas de la cama; una mirada desde lejos al conjunto de tantas y tan diversas cosas... y ya estaba aquello despachado.

La villa nacional es el reverso de esta medalla: niños sucios y cubiertos de harapos viven con una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo en la más completa inacción; el desaseo y la pobreza por todas partes; una mesita y petacas por todo amueblado; ranchos miserables por habitación, y un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables.

La Baronesa dio una palmada y exclamó: ¡Eso es lo que yo he dicho desde el principio! El comisario, a una señal del juez, se puso a buscar. Pocos muebles había en el cuarto de la muerta. La cama, un ropero con espejo, una cómoda, un pequeño escritorio colocado contra la ventana, en plena luz, y en un ángulo una mesita de trabajo, era todo lo que formaba el menaje.

Ocupó solemnemente su pequeña poltrona, ordenó sobre la mesita los montones de libros y quedó mirando el rostro gigantesco de su amigo, que sólo estaba á un metro de distancia de ella. No necesitaba Flimnap de bocina, como en otras ocasiones. Podía expresarse sin esforzar su voz, que era naturalmente armoniosa y contrastaba con su exterior algo grotesco.

Estaba ella sentada junto a una mesita de labor y todavía me parece verla inclinada la cabeza sobre un bordado, el rostro cubierto de la sombra de los rizos que adornaban su frente, envuelta en el reflejo rojizo de la luz de las lámparas.

En cada casa en que hay convite disponen una mesa larga en los corredores, que suele ser una tabla angosta sobre dos palos, y una mesita chica adornada a manera de altarito, con respaldo, en la que colocan alguna imagen o estampa de santo; en esta mesita ponen las viandas más finas y delicadas, como son aves, pasteles, batatas cocidas o asadas, pan, etc.