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A la multitud de estos leones ó lobos marinos atribuyeron la escasez de pesca en este puerto: pues aunque tendieron varias veces la red los marineros, solamente pescaron un pes gallo, y algunas anchovas y calamares.

Tendieron don Quijote y Sancho la vista por todas partes: vieron el mar, hasta entonces dellos no visto; parecióles espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera, que en la Mancha habían visto; vieron las galeras que estaban en la playa, las cuales, abatiendo las tiendas, se descubrieron llenas de flámulas y gallardetes, que tremolaban al viento y besaban y barrían el agua; dentro sonaban clarines, trompetas y chirimías, que cerca y lejos llenaban el aire de suaves y belicosos acentos.

Avivaron otra vez el fuego; los hombres se tendieron delante de la puerta, y pocos momentos después dormían todos a pierna suelta. Don Jorge tenía el sueño ligero; antes de apuntar el día, despertó aterido de frío. Al remover con un tizón el moribundo fuego, el viento que soplaba entonces con fuerza llevó a sus mejillas algo que le heló la sangre: la nieve.

Y vinieron los filisteos, y quemaron a fuego a ella y a su padre. 7 Entonces Sansón les dijo: ¿Así lo habíais de hacer? 8 Y los hirió pierna y muslo con gran mortandad; y descendió, y asentó en la cueva de la peña de Etam. 9 Y los filisteos subieron y pusieron campamento en Judá, y se tendieron por Lehi. 10 Y los varones de Judá les dijeron: ¿Por qué habéis subido contra nosotros?

Las dos ancianas se irguieron y tendieron a Nucha los brazos con movimiento tan simultáneo que no supo a cuál de ellas atender, y a la vez y en las dos mejillas sintió un beso de hielo, un beso dado sin labios y acompañado del roce de una piel inerte.

A pesar de comprender que su indecisión no dejaba de ser algo ridícula, se llegó hasta ellas. Ambas, muy serias, le tendieron apenas la mano. ¿Adriana no está? Raquel miró a su compañera y respondió enrojeciendo: Creo que no... esta noche le fue imposible venir.

¡Á nosotros! gritó Tragomer levantándose sobre el agua. En torno de los nadadores aparecían de nuevo luchando con las olas el vigilante y los remeros. En este momento unos brazos vigorosos se tendieron hacia los fugitivos y anhelantes, sofocados, casi sin vida, Cristián y Jacobo fueron izados á la lancha salvadora. ¡Te kere! dijo el timonel. Los marineros se echaron al fondo de la lancha.

Adormiláronse Apolonio y Novillo sobre el traqueteo y el cascabeleo. Despertóles un silencio, como si de un tirón les hubiesen arrancado la almohada. ¿Qué pasa, que se ha parado el coche? preguntaron entrambos a la vez, y tendieron el oído. ¿Quién eres, chacho? gritaba el cochero. Soy Celesto, el zagal de Cachán respondió una voz. Este Celesto había sido oficial de Belarmino años atrás.

Los marineros tendieron la red, y pescaron buen número de peces grandes, de buen gusto, semejantes al bacallao, aunque algunos dijeron era pejepalo. Sábado 12, quedándose indispuesto el Padre Quiroga en el navio, salieron los dos pilotos á marcar el sitio de las salinas, y se recogieron á bordo al anochecer, quedando en tierra dos soldados, que se apartaron demasiado.

¡He venido aquí á apoderarme del rey! dijo entonces el barón á los suyos; y lo conseguiré ó pereceré en la demanda. Roger y Simón cayeron en seguida sobre los hombres de armas que guardaban la puerta y los tendieron á los pies de sus caballos.