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Es allí donde está la casita, las sendas, los ribazos donde he tenido los sueños más felices. El aspecto de las montañas, cuando el ganado aterido de frío baja a la llanura. Los espinos, el viento, la hierba seca, tienen íntimas melodías, que sólo el alma comprende.

Avivaron otra vez el fuego; los hombres se tendieron delante de la puerta, y pocos momentos después dormían todos a pierna suelta. Don Jorge tenía el sueño ligero; antes de apuntar el día, despertó aterido de frío. Al remover con un tizón el moribundo fuego, el viento que soplaba entonces con fuerza llevó a sus mejillas algo que le heló la sangre: la nieve.

»Viéndome así Pepe Guzmán, tomó una de mis manos entre las suyas; y envolviéndome en una mirada, que fue para lo que el rayo de sol para un cuerpo aterido, díjome con expresión y acento de cariñosa ironía, disimulo evidente de otras impresiones muy distintas: » Aquí pasa algo muy grave, por las señas de esas lágrimas después de tu recado de esta mañana... Veamos lo que es...; se entiende, si me es lícito saberlo.

El conde de Cotorraso persistía en defender al astro del día para excitar el ingenio de su detractor. El sol era quien animaba la Naturaleza, quien calentaba nuestro cuerpo aterido, etc.

Las palabras hospital, hospicio, casa de empeños y de refugio, son completamente desconocidas en su vocabulario; es más, Ambrosio no llegará jamás á comprender su significación; ignora lo que son las interminables noches del invierno sin abrigo y sin luz, y no sabe lo horrible de la palabra ¡pan! pronunciada por un hijo hambriento y aterido.

Tras de la bebida espirituosa, el señor de la torre va alimentando con prudencia al hambriento y aterido, que devora, más que come, cuanto le ponen delante de la boca. Ya hay hombre; pero alelado, taciturno y entristecido. Es preciso curar también aquella tristeza; y manda que le cuenten algo entretenido los que sepan cuentos o romances.

Su extracto es muy corto: Una fría madrugada de invierno salían varios jóvenes calaveras de una casa en que imperaba la crápula y el desenfreno: al abrir la puerta, cayó al suelo un pobre barrendero que, hambriento y aterido, se había refugiado al hueco de su quicio para librarse de la nieve que caía con gran abundancia.

No me exija el lector una exactitud que tengo por imposible, tratándose de sucesos ocurridos en la primera edad y narrados en el ocaso de la existencia, cuando cercano a mi fin, después de una larga vida, siento que el hielo de la senectud entorpece mi mano al manejar la pluma, mientras el entendimiento aterido intenta engañarse, buscando en el regalo de dulces o ardientes memorias un pasajero rejuvenecimiento.

Molido por el troton y casi aterido de frio, quise esperar el sueño en un rincon de la cocina, donde al derredor de un gran fogon estaban agrupados cinco ó seis castellanos departiendo sobre las cosas del dia mas importantes para ellos.

La costa se había borrado en la lejanía y la sombra había caído densa sobre el impetuoso Cantábrico, envolviendo al barco en el espíritu aterido y misterioso de la noche. Al lado del joven pensativo resonaron unos pasos, que llevaban el compás, gratamente, a una linda barcarola. Salvador volvió la cabeza hacia aquel lado y aguzó en la oscuridad su mirada.