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Si el acaso lo echa alguna vez de improviso entre las garras de la justicia, acomete a lo más espeso de la partida, y a merced de cuatro tajadas que con su cuchillo ha abierto en la cara o en el cuerpo de los soldados, se hace paso por entre ellos, y tendiéndose sobre el lomo del caballo para sustraerse a la acción de las balas que lo persiguen, endilga hacia el desierto, hasta que, poniendo espacio conveniente entre él y sus perseguidores, refrena su trotón y marcha tranquilamente.

Está ahí mi caballo overo en San Filipe, y es desbocado en la carrera y trotón. Dije cómo yo le corría y hacía parar; dijeron que allí estaba uno en que no lo haría, y era éste de este licenciado. Quise probarlo. No se puede creer qué duro es de caderas, y con mala silla fue milagro no matarme. - fue -dijo don Diego-; y con todo parece que se siente V. Md. de esa pierna.

, que me escuchas, si el oido aplicas Al dulce cuento deste gran Viage, Cosas nuevas oiras de gusto ricas. Era del bel troton todo el herrage De durisima plata diamantina, Que no recibe del pisar ultrage. De la color que llaman columbina, De raso en una funda trae la cola, Que suelta con el suelo se avecina.

Sin reparar en el corro de bolos en que acababan de gritar cincuenta bocas á la vez ¡eseeé! al hacer un emboque uno los jugadores; abriéndonos paso á través de la batería formada por los pellejos de vino, barriles y cacharros que sobre un carro, debajo y á los lados de él, á la sombra de un castaño, son la delicia de los bebedores; echándonos por la derecha para no turbar el sueño pacífico de los jamelgos de un cura y un señor de aldea, que están amarrados al cabezón del mismo carro, quizá por casualidad, quizá porque los jinetes tomaron este norte como de mejor atractivo para cuando vaya anocheciendo; guardando el cuerpo del fogoso trotón de ese jándalo, que atraviesa la feria llevando á las ancas la parienta más joven é inmediata que encontró en su pueblo cuando volvió de Andalucía, y cuyo chal de amarillo crespón, no menos que su vestido blanco de empinados volantes, forman extraño contraste con su reluciente y pasmada fisonomía; sin responder á las voces de las importunas fruteras, de los agualojeros, rosquilleros y otros análogos industriales que nos asedian al paso; sin fijarnos, en fin, en ese maremágnum alegre y estimulante que el cuadro presenta á primera vista, salgamos á aquella braña donde hay un grupo de ocho personas y una pareja de novillos uncidos.

Tras éstos, surgían en la interesante cronología los arzobispos guerreros; los prelados de cota de malla y hacha de dos filos; los conquistadores, que, dejando el coro a los humildes, montaban en su trotón de guerra y creían no servir a Dios si en el año no añadían algunas aldeas y montes a los bienes de la Iglesia. Llegaban en el siglo xi, con Alfonso VI, a la conquista de Toledo.

En otra salida de la morisma, el choque era tan furioso, que cejaban los italianos, seguían su ejemplo los alemanes, y el Emperador, rojo de cólera al ver en fuga a sus soldados favoritos, desenvainaba la tizona, pedía su estandarte, metía espuelas al trotón y gritaba al brillante séquito de caballeros que le seguía: «¡Arriba, señores!

El buen hombre me atavió un troton mas duro que las piedras, que cargó conmigo con la mejor voluntad de que es capaz un rocin; y por su parte se echó á andar á buen paso, caballero en una yegua de humor apacible y dócil, encajado entre las maletas y el baúl que componian mi modesto equipaje.

Molido por el troton y casi aterido de frio, quise esperar el sueño en un rincon de la cocina, donde al derredor de un gran fogon estaban agrupados cinco ó seis castellanos departiendo sobre las cosas del dia mas importantes para ellos.