United States or Saudi Arabia ? Vote for the TOP Country of the Week !


En breve nuestro paquebote se llenó de lavanderas, fruteras y vendedoras de fruslerías y corotos de toda especie, algunos de los cuales fabricados de paja, cerda ó pita, me parecieron objetos de arte muy curiosos.

Antes hacían de plata pura todo lo de la mesa, y las jarras y fruteras que se hacen hoy en máquina: no más que para darle figura de jarra a un redondel de plata estaba el pobre hombre dándole con el martillo alrededor de una punta del yunque, hasta que empezaba a tener figura de jarrón, y luego lo hundía de un lado y lo iba anchando de otro, hasta que quedaba redondo de abajo y estrecho en la boca, y luego, a fuerza de mano, le iba bordando de adentro los dibujos y las flores.

Vamos abajo antes que nos llamen. En efecto, cuando los dos primos llegaron al piso principal, la familia estaba ya en el comedor, que era una pieza espaciosa, amueblada también a la antigua. En el centro una gran mesa de roble tallado cubierta con el mantel y atestada de platos, copas, fruteras y dulceras; a juzgar por el número de cubiertos, había convidados.

Sin esta máscara no podré continuar. Algunos rostros de tejedoras, de fruteras, de simples mozas de cántaro, desfilaron por su mente. El sol se había puesto. Las calles estaban desiertas.

La noche había cerrado, y todo el mundo se retiró á sus casas. Los confiteros, las fruteras, los taberneros ambulantes habían levantado y plegado sus bártulos, los habían acomodado sobre sendos borricos y caminaban la vuelta de sus casas comentando la aciaga jornada de los de Entralgo. En la Bolera tampoco había nadie.

En esas piezas altas tienen sus puntos de reunion los caballeros de industria subalternos; ahí duermen los limpiabotas y los saltimbancos de menor cuantía, las fruteras de calle, los vendedores de baratijas, los músicos de callejuela, y multitud de vagos de diversas clases que no son literalmente mendigos; ahí esconden sus andrajos los rateros de alguna importancia y los pillos que especulan con las intrigas de los seductores; ahí descansan de su larga fatiga del dia, despues de doce ó diez y seis horas de trabajo, millares de esos pobres obreros ambulantes de pequeño salario, así como los repartidores de diarios y sus semejantes; y por último, ahí tienen su hogar envilecido las innumerables prostitutas y meretrices que hormiguean por las calles de Londres, pero que, por su fealdad, su edad ú otras circunstancias, no pertenecen sino á la plebe de las infames.