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Actualizado: 8 de junio de 2025
Y llegan otros, desarrapados y tristes inválidos de cuerpo y ulcerados de corazón, inventores preteridos, soldados sin fortuna, viejas meretrices, traductores, poetas vitaliciamente inéditos, todas las almas en sombras, y los perfiles contorcidos de los fracasados del arte, del amor y de la vida.
Su literatura se había reducido a la Historia de la prostitución por Dufour, a La Dama de las Camelias y sus derivados, con más algunos panegíricos novelescos de la mujer caída. Creía en el buen corazón de las que llamaba Bermúdez meretrices y en la corrupción absoluta de las clases superiores. Estaba seguro de que si no venía otra irrupción de Bárbaros, el mundo se pudriría de un día a otro.
De nuestro campo quiero en todo caso Que salgan las infames meretrices, Que de ser reducidos á este paso Ellas solas han sido las raices. Para beber no quede mas de un vaso, Y los lechos un tiempo ya felices, Llenos de concubinas, se deshagan, Y de fagina y en el suelo se hagan.
No había nada nuevo. «Lo mismo que hacen las parisienses más pervertidas, lo sabían y hacían las meretrices de Babilonia y de Cerbatana». Paco padecía distracciones cada vez que se remontaba a la historia antigua. Esta Cerbatana era Ecbátana, pero él la llamaba así por equivocación indudablemente. Ya sabía a qué ciudad se refería. Era una que tenía muchas murallas de colores diferentes.
En esas piezas altas tienen sus puntos de reunion los caballeros de industria subalternos; ahí duermen los limpiabotas y los saltimbancos de menor cuantía, las fruteras de calle, los vendedores de baratijas, los músicos de callejuela, y multitud de vagos de diversas clases que no son literalmente mendigos; ahí esconden sus andrajos los rateros de alguna importancia y los pillos que especulan con las intrigas de los seductores; ahí descansan de su larga fatiga del dia, despues de doce ó diez y seis horas de trabajo, millares de esos pobres obreros ambulantes de pequeño salario, así como los repartidores de diarios y sus semejantes; y por último, ahí tienen su hogar envilecido las innumerables prostitutas y meretrices que hormiguean por las calles de Londres, pero que, por su fealdad, su edad ú otras circunstancias, no pertenecen sino á la plebe de las infames.
Las almalafas eran de lino por el estilo de las que se tejian en Galilea, ó de seda como las usaban las Fenicias, unas blancas, otras de diversos colores: muchas veces finísimas, sutiles y trasparentes como el theristro griego, cuyo nombre, así como el de palio y caliptra, le dan algunos historiadores del Bajo-Imperio y otros escritores de la Iglesia; y en esta forma la usaban las meretrices en el mundo antiguo, las cuales se envolvian en un theristro diáfano como el ambiente para poder presentarse en público desnudas .
Casi todos los días salía a luz una gacetilla que se titulaba, por ejemplo: ¡Esas palomas! o ¡Fuego en ellas! y en una ocasión el mismísimo don Saturnino Bermúdez escribió su gacetilla correspondiente que se llamaba a secas: Meretrices, y acababa diciendo: «de la impúdica scortum».
Después, a la alta noche, en las tabernas de apaches y de meretrices, a la hora de la fatiga del amor callejero, Verlaine arrojaba los luises que había demandado, como una lluvia de oro, sobre la dolorida canalla. Así sus versos eran una lluvia de estrellas sobre los vulgos que aullaban y le ofendían al verle pasar borracho por su lado. En su barrio tenía una popularidad grotesca.
Siguió; dio tres, cuatro pasos más sin resolverse a volver pie atrás, por más que el demonio de la seducción le sujetaba los brazos, le atraía hacia la puerta y se le burlaba con palabras de fuego al oído llamándole: «¡Cobarde, seductor de meretrices!... ¡Atrévete, atrévete con la verdadera virtud; ahora o nunca!...».
Palabra del Dia
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