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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Al matrimonio se debe llegar con el sujeto ya bien conocido; no con una máscara. Asimismo, nunca es completo este conocimiento, ya que el matrimonio no es, en el fondo, sino un lento y contínuo desenmascaramiento que sólo se hace total con el último abrazo en la hora de la muerte. Conviene también llegar al matrimonio con una ligera fatiga del mundo y de sus pompas y vanidades.
Mientras pudiese satisfacer sus necesidades, le Tas no tenía ni ambición, ni codicia, ni vanidad personal; se consideraba rica, brillante y triunfante en la persona de su bella prima. Aquellas dos mujeres, estrechamente unidas por una amistad de quince años, formaban un solo individuo. Era una cabeza con dos caras, como la máscara de los cómicos de la antigüedad.
Ella se había quedado pálida cual si tuviera por rostro una máscara de cera, y miraba a su delantal, cuya punta tenía entre los dedos. Esa palidez dijo D. Benigno conmovido no indica en manera alguna que usted tenga que arrepentirse de nada, pues no se trata de faltas; indica que yo he despertado un sentimiento que dormía, ¿no es verdad?
¡Manuel! ¡estáis loco! exclamó el padre Aliaga. No, no estoy loco; pero todos los que tienen algún poder abusan de él; no en balde he pasado cincuenta años en este alcázar; nací en un desván de él, y el alcázar me conoce y me confía sus secretos; yo soy también poderoso, yo puedo decir al rey... sí... sí por cierto... yo puedo decirle: hay un hombre... un señor grave... que parece un santo... y oye, Felipe: ese hombre tiene el corazón como yo... y como el otro... y como el de más allá... es un embustero con máscara... es una virtud de comedia... es mentira... ese hombre ama á tu Margarita... observa, observa á ese hombre cuando esté delante de tu esposa... ese hombre no vela por la reina por lealtad, ni por virtud... sino por amor... por un amor dos veces adúltero, por un amor sacrílego.
Era como el espíritu familiar de la Universidad, la Palas Atenea de aquel amurallado recinto del saber; una Palas Atenea vestida de máscara. También la ciencia oficial del establecimiento se envestía, con harta frecuencia, disfraces de mamarracho.
Le Grand, por cuya influencia otorgó el Rey la mitra de Burdeos, que pretendía Antonio Pérez. Ex.^mo Señor. Perdone V. Ex.^a el atreuimiento del presente. Que si el mismo tuuiera sentido, de verguença no llegara a su presencia. Pues del señor Gil de Mesa, yo creo, que por lo mismo quisiera auer llevado puesta vna máscara.
Conveníale, pues, quitarse pronto la máscara ante su hermano como se la había quitado ante doña Lupe, pues hasta que lo hiciera no se reintegraría en el uso de su voluntad.
La interesante mascarita cerró cuidadosamente la puerta, y ayudada por su amante, sin muchas exigencias de recato por su parte, se disfrazó en un instante; se calzó sus botines blancos, se colocó la máscara de raso, y ambos bajaron resueltamente la escalera principal, abrieron la puerta de calle con la llave que poseía Alejandro y se encontraron muy pronto en la calle, libres como Romeo y Julieta, si Romeo y Julieta hubiesen sido sirvientes y se hubiesen escapado juntos alguna vez.
Instruída Eufemia del peligro que corre su hermano, y de la causa de su desdicha, corre á Valencia y quita la máscara al calumniador, dueño de aquella carísima prenda por haber seducido á una criada. Leonardo es puesto en libertad, decapitado su enemigo en su lugar, y Eufemia se casa con el príncipe.
Algo más lejos, cuando iba a dejar la plazuela, volviendo su rostro hacia aquella máscara triste que se borraba por momentos detrás del reflejo acuoso de los vidrios, tornó a sonreír; y así, acompañando con la cabeza el blando vaivén de la silla, desapareció con su gente. Ramiro arrojó el Arte de bien morir sobre una mesa cubierta de libros.
Palabra del Dia
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