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Después del almuerzo, muchos pasajeros, en vez de permanecer arrellanados en los asientos del jardín de invierno como gentes faltas de ocupación, tomaron rápidamente el café y salieron cual si fueran en busca de algo importante.

No, Esteban; el amor a los hijos y la conmiseración para sus faltas deben estar por encima de todas las preocupaciones. Esa vida eterna del alma, promesa mentida de todas las religiones, sólo es una verdad por los hijos.

En una palabra, quieres casarte con miss Darling... Por la razón que te doy... ¿La permanencia de la raza? Si esa fuera la única, ¿sería necesario recurrir a un matrimonio aventurado?... En la vida de un hombre de placer como ... y como yo, por desgracia, hay faltas de la juventud que corresponde reparar a la vejez... ¿Qué quiere usted decir?

El catedrático entonces, moviendo la cabeza de arriba abajo, abrió lentamente la lista y con toda pausa la fué recorriendo mientras repetía el nombre en voz baja. Palencia... Palomo... Panganiban... Pedraza... Pelado... Pelaez... Penitente, ¡ajá! Plácido Penitente, quince faltas voluntarias de asistencia... Plácido se irguió; ¿Quince faltas, Padre?

En la Primada no se decía verdad sobre los prelados, ni osaba nadie publicar sus faltas, hasta que la muerte se apoderaba de ellos.

Así, mal que le pese a nuestro flamante parentesco, no podemos ser nunca amigos. Pero.... ¿Pero qué? Pero debemos extinguir hasta donde sea posible nuestros odios, considerando que hay un tercer culpable a quien corresponde parte muy principal de esta enorme carga de faltas que y yo llevamos....

Yo que tiene buen fondo: ¿qué importan las faltas más graves, cuando van seguidas del arrepentimiento? Lázaro advirtió que Clara hizo un movimiento, como si tratara de contradecir aquellas palabras; pero en su ceguera no supo ver, no supo apreciar que en aquel instante el alma de su amiga pasaba por el más duro trance de dolor y paciencia de que es capaz la naturaleza humana.

La única esperanza lícita para ella era que el Príncipe, reconociendo sus propias faltas y repudiando la obra cruenta a que se había consagrado, correspondiese por fin al amor y a la confianza que ella había puesto en él. Entonces, ese habría sido el rescate de su pasión: aunque mala en su origen, habría durado largo tiempo y producido un efecto bueno.

No es posible, sin embargo, después de confesar cuáles son sus faltas, negarle gran talento poético, porque el vigor de sus ideas y el fuego y energía de su exposición indican sobradamente lo que hubiese podido hacer con más prudencia y mejor gusto, á no haberse dejado llevar de su afición á lo extravagante.

El pago que ellas le daban según pública voz, era tenerle dominado y sujeto como un niño, reprenderle agriamente las faltas más ligeras, y mortificarle y aburrirle por todos los medios imaginables. No obstante, a él nunca se le oyó una queja de ellas. El ingeniero belga, M. Delaunay, había llegado a Sarrió años atrás, con el objeto de beneficiar un coto minero de una poderosa compañía inglesa.