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Y quedó en silencio, como si buscase la solución del asunto. Luego habló de María de la Luz. Había pecado gravemente y tenía mucho de qué arrepentirse.

Hijos míos, no hay motivo para permanecer así delante de , mudos y cabizbajos, como quien se juzga culpable y demanda perdón. No; no hay que arrepentirse de amar; no, no se debe ofender a la muerta venerada, cuya tumba vemos desde aquí.

Agreguemos que carece de fortuna y que, por consiguiente, su matrimonio es un matrimonio de amor. Reconócese un matrimonio de amor en que el novio aporta la fortuna y adopta el régimen de la comunidad: a esto se reduce el heroísmo del paladín moderno; puede arrepentirse de su gallardía más tarde, a la hora del divorcio.

Se maravillaba de que hubiera habido tales escenas; y sobre todo, de que se hubiera dejado inducir á casarse con él. Consideraba eso el crimen mayor de que tuviera que arrepentirse, así como haber correspondido á la fría presión de aquella mano, y haber consentido que la sonrisa de sus labios y de sus ojos se mezclara á las de aquel hombre.

Un minuto solamente. Para ver qué facha haces. Os digo que no me visto de mamarracho. ¿Cómo que no? Se nos ha puesto a nosotras en el moño. Mirad que os pesará. La que se me acerque ha de arrepentirse. ¿Y qué nos harás, fantasmón? Eso no se dice hasta que se vea.

Como llevas una existencia de hombre primitivo, ignoras felizmente lo que cuesta vivir de este modo... He tenido que trabajar mucho para no irme á fondo, ¡y aún así!... Mi pobre madre me ayuda con lo poco que puede extraer de las ruinas de nuestra familia. Pero Torrebianca pareció arrepentirse del tono quejumbroso con que hablaba.

Me parecía que el mundo entero daba vueltas a mi alrededor, y tuve que hacer un llamamiento a todo lo que me quedaba de buen sentido para no cogerla y estrecharla entre mis brazos. Gracias a ese poquito de buen sentido que me quedaba, le dije: Yo no quiero, mi querida niña, aprovecharme de un momento de emoción. Usted podría arrepentirse de ello después, y sería demasiado tarde.

Las puertas del infierno se abrirían para ella cuando muriese, y quedaría sepultada eternamente en los tormentos de los condenados. Se estremeció de horror. ¿Sería posible que Dios la perdonase aquel gran pecado? No dudaba de su misericordia infinita, mas para ser perdonada era necesario arrepentirse. Entonces pensó vagamente en huir de su amante y hacer penitencia.

Y sin añadir ni una palabra, la señorita Guichard salió. Herminia quedó sola y consternada, pero sin arrepentirse de su franqueza, por muy cara que debiera costarle. Porque, ahora, la señorita Guichard había arrojado la máscara y después de esta explicación no se podía esperar de ella el menor acomodo. La joven se preparó á hacer una resistencia desesperada.

Se lo daré a usted mañana o pasado... En fin, cuando nos veamos». Por un instante quedose perpleja y desconcertada la señora del buen Thiers, no sabiendo si arrepentirse del ofrecimiento que había hecho, o si congratularse del servicio que gallardamente prestaba a su amiga.