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Un minuto solamente. Para ver qué facha haces. Os digo que no me visto de mamarracho. ¿Cómo que no? Se nos ha puesto a nosotras en el moño. Mirad que os pesará. La que se me acerque ha de arrepentirse. ¿Y qué nos harás, fantasmón? Eso no se dice hasta que se vea.

¡Que vengan después a decirnos que estamos en crisis! exclamó don Raimundo; mire usted, amigo Esteven, el movimiento y la vida de esta ciudad populosa y rica; todos parecen nadar en la opulencia y llevan cara de satisfacción. Allí va la mujer de S *, el fantasmón de quien le hablaba hace poco: fíjese en su tren de princesa; entretanto, el marido no paga a nadie. Y así muchas y muchos.

Su pensamiento iba lejos, mucho más lejos de los extremos de los cañones, que parecían apuntar a la montaña... «¡Aquel herrero! ¡Aquel valentón insufrible!...» Desde el primer día que lo vio algo se había removido en su interior, poniéndose de pie con el irresistible impulso de la antipatía. A aquel fantasmón lúgubre nadie en la isla le iba a pegar más que él.

Y cuando cantó por fin y comenzó a sonar su nombre, cuando yo me extasiaba ante los resultados de mi sacrificio, llega ese fantasmón de Franchetti, y cantando sobre las tablas dúos y más dúos de amor, acaban por enamoricarse, y tengo que casar a la niña para que no me ponga mal gesto ni me parta el alma con sus lloros. Ustedes no saben lo que es un matrimonio de cantantes.

Zea ha emprendido el desarme de los voluntarios realistas?... , el fantasmón de Castroterreño en León y el mentecato de Llauder en Cataluña ponen despachos al Gobierno diciendo que han quitado las armas a los voluntarios realistas. ¿Usted lo cree? ¿Usted cree que se pueden quitar los rayos al sol?

No la gasto pa mujeres... Ni para hombres... Si creerá este fantasmón que nos va a acoquinar porque tiene esa fachada... Siéntese usted y no haga visajes, que eso servirá para asustar a chicos, pero no a . Además de bruto es usted un embustero, porque ni ha estado en Cartagena ni ese es el camino, y todo lo que cuenta de las revoluciones es gana de hablar.

Odiaba al verro; sentía como una vaga ofensa inferida a su persona al ver el terror que inspiraba a todos. ¿Y no habría quien le diese una bofetada a este fantasmón venido del presidio?... Un atlot avanzó hasta Margalida, tomándola la mano. Era el Cantó, sudoroso y trémulo aún por su reciente fatiga. Erguíase, como si su debilidad fuese una nueva fuerza.

Sólo se le ocurría desear una transformación completa de aquel enemigo albergado bajo su techo. ¡Ay! ¿Por qué no se convertía en hombre? ¿por qué no venía á ocupar su sitio, aunque sólo fuese por media hora, el fantasmón de su esposo?... Pero la guerra sigue insistía ingenuamente doña Luisa . Los enemigos aún están en Francia... ¿De qué ha servido lo del Marne?

Hombre, yo te diré repuso el capitán con cierta vacilación. Me gusta que estén así, tan amartelados, pero no me place todo lo que allí veo. Por ejemplo, tienes á todas horas metido en el hotel al fantasmón de Urquiola, que se pavonea por los salones como si ya fuese el amo. Doña Cristina no hace nada sin consultárselo. Además, ¿te acuerdas de Nicanora, el aña?