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Ni por un instante pensó en luchar ni en invocar los derechos de su ternura. Aun a falta de su orgullo, su profundo agradecimiento por la joven que le abría tan ingenuamente el corazón hubiera bastado para evitarle todo desfallecimiento.

Y, sin embargo, te lo confieso ingenuamente, hijo mío, aunque renuncio sin dolor a los homenajes de los revisteros y a sus adjetivos arrulladores, no puedo menos de sentir tristeza pensando que jamás seré el héroe de una de esas ovaciones nocturnas con que la muchedumbre obsequia a sus favoritos.

Contaba ingenuamente que había experimentado una simpatía mediocre por aquel ser pálido y moribundo, pero que le había amado más de día en día a medida que le veía volver a la vida. Había acabado por ser su amigo íntimo el día en que pudo estrecharle la mano sin hacerle gritar. Fue lo mismo para Germana.

Y bien le dijo Oliverio, ¿nos reconoces? No del todo replicó ella ingenuamente. Cuando estaba lejos de vosotros os veía de otra manera. Yo estaba como clavado en mi asiento. La miraba, la escuchaba y por mucho que ella notara en nosotros un cambio, el que yo advertía en ella era aún más efectivo y sin duda más completo, ya que no más profundo. Estaba más morena.

Sólo se le ocurría desear una transformación completa de aquel enemigo albergado bajo su techo. ¡Ay! ¿Por qué no se convertía en hombre? ¿por qué no venía á ocupar su sitio, aunque sólo fuese por media hora, el fantasmón de su esposo?... Pero la guerra sigue insistía ingenuamente doña Luisa . Los enemigos aún están en Francia... ¿De qué ha servido lo del Marne?

Pero mis oídos estaban más atentos a la plática del malagueño y la hermana, y observé con rabia que aquél la requebraba descaradamente con una volubilidad y una gracia que, lo confieso ingenuamente, estaba yo muy lejos de poseer.

Ora disertaba sabiamente sobre la aclimatación del pino; ora se permitía ligeras alusiones al asunto de los deslindes; y después, haciéndose más comunicativa, contaba ingenuamente su propia historia y la de su primer marido, sus luchas para la transformación de Rosalinda y sus proyectos de futuros embellecimientos.

Si al amanecer ha aumentado la postración y no veo yo síntomas claros de que esto se desenrede... hay que determinarse. Ya puede usted ir rezando al bendito San Ramón, señor capellán. ¡Si por rezar fuese! exclamó ingenuamente Julián . ¡Apenas llevo rezado desde ayer!

Y, sin embargo, lo declaro ingenuamente: Pereda y yo nos hemos llevado en esta ocasión un solemnísimo chasco. Pedro Sánchez ha parecido, no ya a la masa de los lectores, sino a los críticos más agudos y perspicaces, la más novela entre las novelas de Pereda, la mejor compuesta y aderezada, la más grave y madura en el pensamiento, la más apasionada en los momentos de pasión.

La joven huérfana, por su parte, experimentaba una infinita dulzura en aquella cándida confianza de la bonita niña que iba ingenuamente a ella como a una hermana mayor. Delicada y débil, verdadera sensitiva bajo su exuberante alegría, la muchacha tenía una ardiente necesidad de afecto, una especie de ternura inquieta y enfermiza que hubiera querido satisfacer en el seno materno.