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Actualizado: 31 de mayo de 2025


El pobre me da lástima... Tan honrado y recto en todas sus cosas. ¡Si no fuese tan vulgar!... Otra vez pareció arrepentirse Margarita de estos elogios espontáneos y tardíos que enfriaban su entrevista. Julio parecía molesto al escucharlos. Y de nuevo cambió ella el objeto de su charla. ¿Y tu familia? ¿La has visto?...

La predicacion y enseñanza religiosa que se da á los reclusos es austera, inteligente y afable. Si el encierro en el calabozo, la privacion transitoria de alimentos, del paseo en los patios, etc. son medios de coercision ó represion adicional, tambien tiene el recluso estímulos poderosos para meditar en su delito, arrepentirse y moralizarse.

Vinieron á su memoria los elogios que había prodigado al cañón de 75 sin conocerle mas que por referencias. Ya había presenciado sus efectos. «Tira demasiado bien», murmuró. En poco tiempo iba á destrozar su castillo; encontraba excesiva tanta perfección... Pero no tardó en arrepentirse de estas lamentaciones de su egoísmo. Una idea tenaz como un remordimiento se había aferrado á su cerebro.

Ella se había quedado pálida cual si tuviera por rostro una máscara de cera, y miraba a su delantal, cuya punta tenía entre los dedos. Esa palidez dijo D. Benigno conmovido no indica en manera alguna que usted tenga que arrepentirse de nada, pues no se trata de faltas; indica que yo he despertado un sentimiento que dormía, ¿no es verdad?

Al cabo columbráron una lucecilla, que era la tierra, y que pareció muy mezquina cosa á gentes que venian de Júpiter. No obstante, rezelando arrepentirse otra vez, se determináron á desembarcar en ella.

De todas las cabezas principales de esta revolucion no quedaba mas que Diego Cristóval Tupac-Amaru, á quien estos rasgos de perfidia hacian desconfiar de las promesas de los españoles. Pero, arrastrado de su destino, se dejó persuadir á entregarse voluntariamente al General Valle en su campamento de Sicuani; y no tardó en arrepentirse de esta confianza.

La infeliz señora presentaba ya en su rostro los signos de la muerte, la palidez cadavérica, el afilamiento de la nariz, los ojos vidriosos y en torno de ellos un círculo oscuro, amoratado. A su lado y en pie estaba el sacerdote que la exhortaba a arrepentirse. Otras dos criadas contemplaban de más lejos con rostros asustados, más que doloridos, aquel cuadro lastimoso.

Aunque vagamente, se daba también cuenta de lo singular y censurable de su conducta. ¿Por qué había hecho aquello? ¿Quién era ella para espiar los pasos de su confesor, ni menos reprenderle? Su despecho era tan vivo, sin embargo, que no le permitía arrepentirse. Tenía la boca seca; le ardían las mejillas. Siguió caminando apresuradamente, y se dirigió al muelle. Estaba ya solitario.

Ha sido un rasgo feliz y cristiano». En las nieblas que envolvían su pensamiento, la infeliz joven, al oír aquello del rasgo, se acordó de Feijoo y de sus prohibiciones; pero este recuerdo no la hizo arrepentirse de su acción. «Jacinta me encarga que a usted las gracias. No le guarda ningún rencor. Al contrario; usted ha sabido arreglarse para dejar buena memoria de .

Lubimoff repitió mentalmente sus lamentos de la noche: «, ya ha sidoImposible la duda. Pero no se le ocurrió matarlo, ni arrepentirse de su generosidad. ¡Todo inútil!

Palabra del Dia

rigoleto

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