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El salón rebosaba de gente; pocas máscaras, no obstante. Las que había, desfilaban entre los carruajes dando saltos para no ser atropelladas, y se montaban en la trasera de ellos, en el estribo, y a veces se sentaban al lado de los dueños para embromarlos.

Mas he aquí que repentinamente se le antoja marcharse a Madrid. Fue necesario preparar el viaje instantáneamente. Manifestó su deseo por la mañana. Por la noche montaban padre e hija en la diligencia: con tal ímpetu y palabras extremosas exigió la niña el viaje. Una vez en la corte, cambió radicalmente su humor.

En instrucciones que se dieron á D. Johan Manuel para fletar dos carracas de 2.000 botas cada una, se indicaba que montaban cient lombardas de todos calibres, seis de ellas de 25 á 30 libras, tirando por puertas levadizas . Conforma en cierto modo con este dato los que ofrecen las relaciones de vistas celebradas en Saona por Luis XII de Francia con nuestro D. Fernando el año 1507.

Montaban la guardia en alta mar, más allá de las islas rocosas y desiertas que cierran la bahía de Marsella, aproximándose á los buques para reconocer su nacionalidad, corriendo á todo vapor, con sus melenas de humo horizontales, hacia el punto donde esperaban sorprender el periscopio del enemigo oculto entre dos aguas.

Trabajo les costaba reprimir los impulsos de abrazarse que se les iban y venían. En cambio, si el escrito pertenecía al género bélico y tocaba a somatén, parecía que les daban a beber una mistura de pólvora y alcohol. Montaban en cólera tan aína como se encrespan las olas del mar. Sordas exclamaciones acompañaban y cubrían a veces la voz de la lectora.

Respondíle que el Papa era un clérigo de mas de setenta años; que distaban sus estados mas de quatro mil leguas de los de su Sacra Magestad Tártaro-China; que su exército era de dos mil soldados que montaban la guardia con un para-aguas; que no destronaba á nadie, y que podia Su Magestad dormir sin miedo.

Aquellos montaban poderosos potros ricamente enjaezados, y otros iban á pie. Algunos parecían menos ricos y lujosos que los demás; y aun puede asegurarse que había bastantes pobremente vestidos, si bien éstos eran poco vistos, porque el brillo y elegancia de los otros como que les ocultaba y obscurecía.

El Alcalde las llamaba sus amazonas, y una hermosa intérprete nos informó, en buen castellano, que habían venido á escoltarnos hasta Lucban, que se hallaba próximamente á una legua de distancia. La presencia de ellas era tan inesperada, como agradable y sorprendente. Noté que las tagalas montaban indistintamente, á uno ú otro lado del caballo.

Generalmente, Martín y Capistun se entendían con el de Bayona, pero algunas veces tuvieron que relacionarse con el de Pau. Muchas veces habían dejado en manos de jóvenes carlistas, disfrazados de boyerizos, barricas llenas de armas. Los carlistas montaban las barricas en un carro y se internaban en España.

Por ese camino podríamos declarar que los atenienses del tiempo de Platón no eran un pueblo «civilizado», porque no usaban cuello duro ni frac, ni montaban en silla inglesa, como lo deseaba Sarmiento. Todo esto significa que el Facundo subsiste en cuanto es un libro de intuición racial de emoción literaria.