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Montaban la guardia en alta mar, más allá de las islas rocosas y desiertas que cierran la bahía de Marsella, aproximándose á los buques para reconocer su nacionalidad, corriendo á todo vapor, con sus melenas de humo horizontales, hacia el punto donde esperaban sorprender el periscopio del enemigo oculto entre dos aguas.

Y tendía su puño amenazador hacia un punto del horizonte, precisamente el opuesto al lugar donde emergía el periscopio. Vió Ferragut en el redondel azul de las lentes cómo este tubo subía y subía, engrosándose.

Había estado al principio de la guerra en otro buque que iba de Londres á Nueva York, y recordaba las noches de inquietud, los días de ansiosa vigilancia espiando el mar y la atmósfera, temiendo de un momento á otro la aparición de un periscopio sobre las aguas ó el aviso eléctrico de un vapor torpedeado por los submarinos. En este mar se podía vivir tranquilamente, como en tiempos de paz.

La larga línea de defensa formaba un túnel, cortado por breves espacios descubiertos. Se iba saltando de la luz á la obscuridad y de la obscuridad á la luz con una rudeza visual que fatigaba los ojos. En los espacios abiertos el suelo era más alto. Había banquetas de tablas empotradas en los taludes para que los observadores pudiesen sacar la cabeza ó examinar el paisaje valiéndose del periscopio.

El conde oía en la popa á un hombre vestido de tela impermeable, que era un oficial. Relataba el paso por el estrecho de Gibraltar completamente sumergidos, viendo por el periscopio los torpederos ingleses en patrulla de vigilancia. Nada, comandante continuó el oficial ; ni el menor incidente... Una navegación magnífica. ¡Que Dios castigue á Inglaterra! dijo el conde, llamado ahora comandante.

Freya, más ágil de pensamiento que la doctora, leyó en los ojos de Ulises... Miraba ahora con asombro la fotografía de este oficial rodeado de su bíblica prole como un burgués bondadoso. ¿Y un hombre que parecía bueno había hecho tal carnicería sin arrostrar peligro alguno, oculto en el agua, con el ojo pegado al periscopio, ordenando fríamente el envío del torpedo contra la ciudad flotante é indefensa?...

Los pedazos de palo, los botes vacíos de conservas que brillaban bajo el sol, los manojos de algas, una gaviota con las alas recogidas dejándose mecer por la ola, hacían pensar en el periscopio del submarino asomando á flor de agua. De noche, la vigilancia aún era mayor. Al peligro de los sumergibles había que añadir el de una colisión.

Centenares de ojos estaban fijos en el mar, espiando las ondulaciones de su superficie, creyendo ver el remate de un periscopio en todos los objetos, maderas, hierbas ó botes de lata que pasaban á flor de agua. Los oficiales del batallón de tiradores habían ido á la proa y la popa para mantener la disciplina de su gente.

Apenas si alcanzaba á distinguir la silueta del sumergible. Pero á pesar de esto, siguió bramando con toda la fuerza de su fe: Está tocado... ¡Viva! ¡viva!... Y lo extraño fué que el enemigo desapareció instantáneamente de la superficie azul. Los artilleros dirigieron aún algunos tiros contra su periscopio. Después sólo quedó en el lugar ocupado por él una lámina blanca y brillante.

Por lo mismo que era el último viaje, les podía ocurrir algo malo. Pasó en el puente días enteros, examinando el mar, temiendo la aparición de un periscopio, variando el rumbo de acuerdo con el capitán, en busca de las aguas más solitarias, donde los submarinos no podían esperar caza alguna. Respiró al entrar por uno de los tres pasos del semicírculo de escollos que cierra la rada de Brest.