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Al poco rato, volando sobre la muchedumbre, vuelven a los aleros, solicitados por tierna prole, amor que les infunde coraje para cruzar a ras del aliento y de la gritería de cien mil personas.

Fortunato no daba la victoria por un ochavo menos. Adán y Eva no estuvieron más solos en el paraíso cuando se concertaron para aquella jugarreta cuyas consecuencias, sin comerlo ni beberlo, está pagando la prole, y siglos van y siglos vienen sin que la deuda se finiquite.

Que tal vacío dejas en el pecho de cuantos te han querido, que aunque inútiles son todas sus quejas, añoran siempre el dulce bien perdido, y más te adoran cuanto más te alejas... Cebú, Octubre 1919. Andaluz. ¿Sevillano? Hizo estada larga en Manila, donde casó y engendró prole. Murió Diciembre 1894, y a poco el Ayuntamiento acordó dar su nombre a una calle de la ciudad.

Voy a trabajar por el pequeño, y en nombre de mis sacrosantas ternuras de padre de familia, reventaré si me es posible a otros padres de familia que se me pongan por delante, dispuestos como yo a toda clase de porquerías para asegurar el bienestar de su prole. Quiero hacer rico a mi hijo... ¡y caiga el que caiga!

El Caballero camina entre ellos como un viejo patriarca entre su prole: Dolor, Miseria y Locura. ¡Catay, el amo que torna! ¡Vuelve a su silla el rey de Castilla! EL MANCO LEON

Esa niña, con su carita de Virgen de la Esperanza, va a ser el ama de too, y no queará ni tanto así pa nosotros. Vas a ve cómo se llenan de hijos. Y el prolífico varón se indignaba al pensar en la futura prole del espada, venida al mundo sin otro objeto que perjudicar a la suya. Transcurrió el tiempo; pasó un año sin que se cumplieran las predicciones del señor Antonio.

Donde ella estaba, nadie hacía nada más que ella. Pasaba la vida ocupada en su gran pasión de tratar asuntos de los demás, de chupar golosinas ajenas, y comer fuera de casa. Allá quedaba el modesto marido, el humilde empleado del Banco, de cuerpo pequeño, de rostro de ángel envejecido, atusando el bigotillo gris y cuidando de la prole. Visitación lo exigía así.

Aquella madre de familia, al mismo tiempo que atendía á la prole, se preocupaba del buen orden de su casa. «A todas horas me acuerdo de ti y de los niños. De seguir los deseos de mi corazón, os traería á todos inmediatamente á Río Negro; pero temo que nuestros pequeños sufran demasiado en este desierto.

El día en que semejante ser tuviera una idea propia, se cambiaría el orden admirable de todas las cosas, por el cual ninguna piedra puede pensar. Las relaciones de esta prole con su madre, que era la gobernadora de toda la familia, eran las de una docilidad absoluta por parte de los hijos y de un dominio soberano por parte de la Señana.

Lo peor era que la displicente señora echaba a Pez la culpa de la irreligiosidad de la prole. , él era un ateo enmascarado, un herejote, un racionalista, pues se contentaba con oír misa sólo los domingos, casi desde la puerta, charlando de política con D. Francisco Cucúrbitas.