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Actualizado: 9 de junio de 2025


»Decís mal del Duque, que es un hombre remiso y que se fué de miedo; que para vos se guardan semejantes empresas que ésta. El día que se ofreció pelear, el Duque, para la poca experiencia que tenía en cosas de guerra, lo hizo tan bien, que echó en vergüenza á los muy pláticos y bravosos. Su venida aquí, y la estada que hizo y la ida de agora, todo ha sido por consejo y parescer vuestro.

Pasaron despues á reconocer segunda vez la iglesia, y encontraron á D. Miguel Estada, que mataron en el mismo cementerio: tambien hallaron á D. Miguel Bustamante, y llevándole á los portales de Cabildo, le presentaron vivo á D. Jacinto Rodriguez, le preguntaron si lo habian de matar, y habiendo dispuesto lo entrasen en la cárcel, para cargarlo de prisiones, no hicieron caso de la órden, y le dijeron á gritos: "Vos nos habeis llamado para matar chapetones, y ahora quereis que solamente entren en la cárcel; pues no ha de ser así"; y usando la voz comuna, comuna, dieron muerte á aquel infeliz.

Que tal vacío dejas en el pecho de cuantos te han querido, que aunque inútiles son todas sus quejas, añoran siempre el dulce bien perdido, y más te adoran cuanto más te alejas... Cebú, Octubre 1919. Andaluz. ¿Sevillano? Hizo estada larga en Manila, donde casó y engendró prole. Murió Diciembre 1894, y a poco el Ayuntamiento acordó dar su nombre a una calle de la ciudad.

Pero todo esto no conviene ahora a mi propósito. Cuando yo le conocí pasaba ya de los sesenta este varón extraordinario. Había vivido veinte años en la misma casa de huéspedes, aquella en donde yo di con él, y otros veinticinco en otras muchas casas de huéspedes. Es decir, que se había pasado la vida en casas de huéspedes. La tal casa, en donde al Destino plugo juntarnos pasajeramente, era repugnante de todo punto. Pasé allí sólo dos meses, y eso porque la simpatía y deleitoso magisterio de don Amaranto me persuadieron a dilatar mi estada. Su irónica pedantería y pintoresca erudición me encantaban; pero lo que más me movía a venerar a don Amaranto era el hecho de que hubiera permanecido tantos años en semejante alojamiento, soportando como si tal cosa, sin perder de romana en lo físico ni la ecuanimidad interior, privaciones, entrometimientos, escándalos, desaliños, ponzoñas; en suma, un trato miserable y homicida. Y es que había profesado pertenecer a las casas de huéspedes, como a una orden religiosa, y hecho voto de pupilaje perpetuo.

El garçon del hotel de los Extranjeros me pidió un franco diario por el arreglo de la habitacion, al cabo de dos meses de nuestra estada allí. Ni la señora me habló de ello jamás, ni el garçon me dijo una palabra, sin embargo de que á él pagaba la habitacion cada quince dias, y de que no me daba una carta, ni me traia recado alguno sin que le gratificase en el acto.

En llegando a la ciudad de Valladolid dijeron al ayo que querían estarse en aquél lugar dos días para verle, porque nunca le habían visto, ni estado en él. Reprehendiólos mucho el ayo, severa y ásperamente, la estada, diciéndoles que los que iban a estudiar con tanta priesa como ellos no se habían de detener una hora a mirar niñerías.

Todo esto digo, alta y preciosa señora, porque me parece que la estada nuestra en este castillo ya es sin provecho, y podría sernos de tanto daño que lo echásemos de ver algún día; porque, ¿quién sabe si por ocultas espías y diligentes habrá sabido ya vuestro enemigo el gigante de que yo voy a destruille?; y, dándole lugar el tiempo, se fortificase en algún inexpugnable castillo o fortaleza contra quien valiesen poco mis diligencias y la fuerza de mi incansable brazo.

De esta manera estuve con mi tercero y pobre amo, que fue este escudero, algunos días, y en todos deseando saber la intención de su venida y estada en esta tierra. Porque, desde el primer día que con él asenté, le conoscí ser extranjero, por el poco conoscimiento y trato que con los naturales della tenía.

No si D. Sancho se encargó de hinchir las cisternas, porque á Juan Andrea pedí que lo mandase á los de su cargo de la mar, y él lo mandó, creo, á D. Sancho y D. Berenguel; pero que, como cosa que tanto importaba, estuve muchas y diversas veces todas las horas del día á verlas hinchir, y que venían muchos barriles con la mitad del agua, que fué causa de dilatarse la estada allí, y la verdad es que se hincheron, aunque de espacio, y que la de fuera del castillo se vació dos palmos y cerca de tres, y con todo esto, si nuestra armada no se perdiera, que quedaba demasiada agua para la gente que dejaba, hasta las primeras del invierno, demás que no osara la armada desembarcar su gente, como dicho es, y si lo hiciera se perdiera, lo cual lo confiesan los mismos turcos.

Ahora yo tengo para que aun en el mesmo infierno debe de haber buena gente. Y, por no ser para más mi venida, no ha de ser más mi estada: los demonios como yo queden contigo, y los ángeles buenos con estos señores. Y, en diciendo esto, tocó el desaforado cuerno, y volvió las espaldas y fuese, sin esperar respuesta de ninguno.

Palabra del Dia

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