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Creo que me volví otro de lo que era y de lo que volví a ser. Fue como un paréntesis en mi vida. Y nada, hija de mi alma, fue el maldito capricho por aquella hembra popular, no qué de entusiasmo artístico, una demencia ocasional que no puedo explicar. ¿Sabes lo que estoy deseando ahora? dijo bruscamente Jacinta. Que te calles, hombre, que te calles. Me repugna eso.

Deseando ella cortar la entrevista, fingió ceder, y dirigiéndose hacia el sitio donde el coche la esperaba, echó a andar diciendo: Bueno..., ahora déjame..., procuraré que nos veamos, cuando pueda ser..., pero mismo te persuadirás de que no debemos..., sería indigno de nosotros...; por piedad, déjame marchar, que es tarde.

En Vetusta no se aclimataba esta planta; él era el único ejemplar, robusto, inquebrantable eso , pero el único. Y don Pompeyo sentía remordimientos cuando se sorprendía deseando que jamás cundiese la doctrina racional, salvadora, que por tal la tenía.

Así duró la cosa mucho tiempo, y al cabo de años, deseando cortar aquel escándalo, que en la ciudad era público por la calidad del héroe, los alcaldes del Crimen de la Audiencia intervinieron en el asunto, desterrando de la ciudad á doña Dorotea, que á poco volvió tranquilamente á seguir la antigua vida, pues la influencia de Melgarejo era grande y su carácter pesaba mucho en autoridades y personas.

Se dice que Diego de la Barrera fué el primer maestro que tuvo el artista, quien, en un principio, se dedicó á pintar en sarga, y deseando luego encontrar más ancho campo para realizar sus aspiraciones, y para instruirse bajo la dirección de los grandes maestros del renacimiento italiano, á la edad de veintiún años partió de Sevilla.

Por mi parte, estoy deseando que llegue: a más cuidados tocará papá cuantos más seamos en casa. Pero... ¡sabe Dios! No hay pero que valga; parece que se te queda algo dentro del cuerpo; pues es tan hermano tuyo como ésta, que yo misma os he parido a todos. No entiendes lo que he querido decir, mamá.

El camino de Valldemosa no ofrecía para él memoria alguna del pasado. Sólo lo había seguido dos veces, siendo ya hombre, para visitar con unos amigos las celdas de la Cartuja. Se acordaba de los olivos del camino, los famosos olivos seculares, de formas extrañas y fantásticas, que habían servido de modelo a muchos artistas, y avanzó la cabeza por una ventanilla deseando verlos.

Quería saber de él dos o tres veces por semana lo menos... D. Agustín también estaba con mucho cuidado y deseando saber noticias...

Julián abría mucho los ojos, deseando que por ellos le entrase de sopetón toda la ciencia rústica, a fin de entender bien las explicaciones relativas a la calidad del terreno o el desarrollo del arbolado; pero, acostumbrado a la vida claustral del Seminario y de la metrópoli compostelana, la naturaleza le parecía difícil de comprender, y casi le infundía temor por la vital impetuosidad que sentía palpitar en ella, en el espesor de los matorrales, en el áspero vigor de los troncos, en la fertilidad de los frutales, en la picante pureza del aire libre.

Ya sabes que a ciertos públicos no les gusta eso. El torero sólo debe torear. Pero quería mucho al banderillero, recordando su adhesión, que algunas veces había llegado hasta el sacrificio. Nada le importaba al Nacional que le silbasen cuando en toros peligrosos ponía las banderillas de cualquier modo, deseando acabar pronto. El no quería gloria, y únicamente toreaba por el jornal.