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Actualizado: 10 de julio de 2025
Había entrado a su servicio cuando él vivía aún con Ernestina; era el eterno testigo de sus aventuras; le seguía, fiel y obediente, en todas las correrías de su viudez, pero pensaba con envidia en los pasados tiempos, deseando trasnochar menos.
Había llegado a dar más importancia al tesoro que a su vida. ¿Quieres que te diga dónde está el tesoro, para quedarte con él y luego matarme? solía decir por la noche . No, hijo mío, no. Nosotros, Smiles y yo, le decíamos que se entendiera con Ryp; yo, por mi parte, estaba deseando salir de allí, aunque fuera con las manos vacías. Allen no quería.
Pero... ¿qué diablos le importará a usted que salga así o de otro modo? le interrumpió Cristeta con dureza; y en seguida, deseando apurar la situación, añadió : ¿Imagina usted que voy a creer en esas delicadezas? ¿Se le dicen de veras semejantes cosas a una actriz de este teatro? No deseaba ella sino que don Juan cayese en el lazo y hablara más claro.
La censura es la intolerancia del corazon, como la intolerancia es la censura del discurso. El viejo no puede sentir, no puede gozar, y reniega de aquello que ya no puede poseer. Desea, pero desea en balde, y este mismo deseo le hace apóstata de los bienes que está deseando. Es como el amante que ama con tal delirio, que da veneno al propio objeto de su amor.
Trató de dormir inútilmente; levantose, se paseó por el aposento, y al despuntar el día, deseando refrescarse durante un momento con el aire de la mañana, abrió el balcón... Cuál no sería su sorpresa al ver a la puerta el carruaje del Conde, que, por lo visto, había pasado allí toda la noche... Los caballos piafaban en las piedras, aguijoneados por la impaciencia y el frío, mientras que el cochero dormía en el pescante...
Todo lo vio, lo grande y lo chico, lo bello y lo raro; en todo metió su nariz chiquita, y no hay que decir que se permitió su poco de libertinaje, deseando conocer los encantos secretos y seductoras gracias que esclavizan a todos los pueblos, haciéndoles tributarios de la voluptuosa Lutecia.
De esta manera estuve con mi tercero y pobre amo, que fue este escudero, algunos días, y en todos deseando saber la intención de su venida y estada en esta tierra. Porque, desde el primer día que con él asenté, le conoscí ser extranjero, por el poco conoscimiento y trato que con los naturales della tenía.
¡No digas eso, por Dios, Melchor! exclamó Lorenzo poniéndose de pie y caminando nerviosamente a lo largo del comedor, mientras Ricardo, echado hacia atrás en su asiento, arrojaba al techo tenues espirales del humo de su, cigarro, como deseando substraerse a la discusión. No lo diré si te incomoda repuso Melchor con voluptuosa indiferencia.
Otras noches había oído anécdotas parecidas y se había reído; pero aquella noche se ponía de todos colores deseando que a su condenado amigo se le secara la boca. «¡Qué desvergüenza contar aquellas marranadas delante de personas... de personas decentes, sí señor!». Estaba Rubín tan desconcertado como si las dos mujeres allí presentes fuesen remilgadas damas o alumnas de un colegio monjil; pero su timidez le impedía mandar callar a Olmedo.
No tuve valor para resistir a las... ¿cómo diré?... a las sugestiones apasionadas de quien tiene por mí una idolatría que yo no merezco. Pero te juro que lo hice sin ilusión, con fastidio, como el que cumple un deber, pensando en mi mujer, viéndote a ti más que a la que tan cerca tenía, y deseando que aquella comedia concluyera.
Palabra del Dia
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