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¡Corona de rosas! exclamó la de los Pavos, que con toda su diplomacia no supo disimular un ligero acento de ironía. No, si no me he reído. Pues no faltaba más. Un ángel a su manera. En fin, dejemos esto y vamos a lo otro. Como ha de influir mucho en el estado mental de este pobre chico el convencerse de que su mujer no vive, le pienso llevar... para que lo vea, señora, para que lo vea.

EL público que ha sentido la emoción de la poesía, que ha reído con las comedias y que ha seguido febril por el interés los episodios de un héroe de novela, tiene, sin duda, una gran curiosidad por saber cómo han sido escritas las obras literarias de su predilección.

Inés y Asunción no parecen, D. Paco tampoco. Cuanto más tarde vengan mejor. Otra cosa..., ¿por qué no ha seguido usted yendo a casa por las noches? Nosotras nos hemos reído de usted. ¿De ? pregunté con turbación. , porque se la echaba usted de devoto para agradar a mamá. ¡Qué bien hacía usted su papel! Lo mismo, lo mismito hacemos nosotras.

Me he vestido de negro; me paseo a pie por las calles, y siento un gran deseo de detener a los transeúntes para hacerles saber que soy viuda. »En esta ocasión he comprendido que no soy una mujer vulgar. Conozco más de una que habría llorado por debilidad humana y para darle una pequeña satisfacción a sus nervios; yo, he reído como una loca.

Los que se hayan reido de esta doctrina, que se descubre tanto mas profunda cuanto mas se reflexiona sobre ella, se han manifestado superficiales en lo concerniente á las relaciones de las cosas espirituales con las corpóreas.

Así era la enfermedad de Anita. En cuanto al contagio, que debía de haberlo habido, él lo atribuía al Magistral. Se acordaba del guante morado. Mucho tiempo lo había tenido olvidado, pero un día se le ocurrió preguntar a la Regenta si las señoras usaban guantes de seda morada y ella se había reído. Era, por consiguiente, un guante de canónigo. Ripamilán no los usaba casi nunca.

Velázquez, que siempre se había mostrado indiferente á estas bullas y se había reído de los burlados, dijo en voz alta y con acento colérico que estaba bien hecho y que fué lástima que el hombre no le hubiese sacado las tripas al galancete. Cuando los culpables fueron arrojados del salón y se restableció la calma, vió entre las máscaras una más alta que le pareció su amante.

Este se había, reído: Calla, Huesitos, calla así la llamaba familiarmente. ¡Ten cuidado no me obligues a llevarte a ti también! Y así que llegaron, como marido y mujer comenzaron a vagar por el gran prado, deteniéndose a cada instante para saludar a los amigos con quien tropezaban.

De esta teoría dimanó la del entendimiento agente, de que se han reido algunos con sobrada ligereza. Esta hipótesis, sea cual fuere su valor intrínseco, tiene en su apoyo consideraciones de gran peso, si prescindiendo de las formas con que se la ha expresado, se atiende tan solo á su profundidad ideológica.

Pues bien: ¡eso no es cierto; él no ha confesado nada! Yo he dicho una mentira. Pero ahora veo que ésta que yo creía mentira, es verdad, y usted misma, sin quererlo, o mejor dicho, queriendo lo contrario, me lo ha probado. Si hubiera sido mentira, usted se habría reído al oiría. Y, en cambio, ha temblado usted por él, y ha tratado de salvarle, aunque en vano...»