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Y con voz sorda, el arma en la mano, la prometí: «Si no le dejas, te mataréElla volvió a juntar las manos, siempre suplicante: «¡Máteme!...» «¿No quieres dejarle?» «¡Máteme!...» «¿No los pasos de Zakunine, su voz que llamaba. ¡La maté! Jadeante, se calló. ¿Y no se arrepiente usted? No me arrepiento.

Bien, entonces os prometeréis y Dios os bendecirá». ¡Oh! , prometidos... Mira a mi novio, ¡qué hermoso es!... Flores, flores por todas partes... He ahí a mis compañeras con sus largos velos blancos... ¿no oyes el grave sonido del órgano... y la multitud que repite como yo: «¡Qué hermoso es el novio!» ¡Oh! llega el viejo sacerdote... su mano tiembla al unirnos; ya es mío, es mi esposo ¡es mi esposo... ¡Oh! madre mía, quédate, quédate... ¿Me dejas?

me hablas de nuevos y extraños sentimientos, pero sin decir cuáles son dijo Lucía. Aquí hay un misterio que no me dejas penetrar. ¡Ay! exclamó Clara, apenas si yo le penetro. ¿Cómo declarártele? Mira, Lucía, yo conozco que amo siempre á D. Carlos. Si me finjo en completa libertad de elegir mi vida, me parece que mi elección será ser mujer de D. Carlos.

La que me las va a pagar todas juntas es esa indecente de Papitos gritó él, dando algunos pasos hacia la cocina. ¡Papitos!, está en la compra. ¡Pobre chica!... Ea, ya estamos hartas. A ver si nos dejas en paz. Le encargaremos a Ballester que te amarre... Niño, niño, se acabaron las tonterías.

PROCLO. Muéveme amor. MARINO. ¿Amor de patria? ¿Amor de gloria? PROCLO. Amor de una mujer. MARINO. ¡De una mujer! Me dejas turulato. ¿Quién había de suponer que pensabas en tales cosas? PROCLO. No hay motivo para que te quedes turulato. ¿Qué tiene de absurdo que yo ame a una mujer? La amo desde que la vi: desde hace quince años. Ella tenía entonces diez y siete. Hoy tiene treinta y dos.

, y dije: buen mozo, con barba corta y bigote largo, bien plantao, mu fino... en fin, usted. Gracias, prenda. Pues mañana tienes que venir aquí para que te otra carta. Mire usted que me despiden. Calla, y escucha. Te daré la carta y la dejas sobre un mueble donde ella la vea, Si riñe, hemos concluido, y pensaremos otra cosa: si calla, ya sabemos a qué atenernos.

Margarita habla atropelladamente, como si las sensaciones y las «ideas» no dieran lugar, en su afluencia vertiginosa, a la ordenación y concierto de la palabra. Me voy a poner el corsé dice para probarme los trajes: yo me los pruebo y apruebas o desapruebas. ¿Te parece? ¿Conforme? ¡ que ! , mujer, . No me dejas hablar. te lo dices todo. Bueno... voy a ponerme el corsé.

La fealdad es generalmente desagradable y limitada; la vejez maníaca y enfermiza; en cuanto a la juventud... soportable, el ensayo no me ha salido muy bien. ves el mal en todas partes, Hermancia dijo Neris sin volverse. Lo veo donde está, y, desgraciadamente, no me dejas equivocarme. ¿Acaso esa señorita ha dado lugar a la maledicencia? preguntó el cura alarmado.

¿Has visto cara más hermosa, Roger? preguntó Gualtero apenas se apartaron de la puerta de Pisano. ¡Qué ojos, qué perfil divino! No puedo negar que es bella. ¿Pues y aquel color moreno de las mejillas y los negrísimos rizos que circundan el óvalo perfecto de la cara? ¿Dónde me dejas los ojos? De mirada tan clara y tan profunda á la vez; tan inocentes al par que tan expresivos....

FELIC. Sin esto, advierte, señor, Que debe de haber un hora Que están llamando a la puerta Su viejo padre y su esposo, Y que es justo y aun forzoso Que la hallen los dos abierta; Porque, si no entran aquí, Dirán que tienes a Elvira. D. TELL. Todos me mueven a ira. Elvira, escóndete ahí, Y entren esos dos villanos. ELVIRA. ¡Gracias a Dios que me dejas Descansar!