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, y dije: buen mozo, con barba corta y bigote largo, bien plantao, mu fino... en fin, usted. Gracias, prenda. Pues mañana tienes que venir aquí para que te otra carta. Mire usted que me despiden. Calla, y escucha. Te daré la carta y la dejas sobre un mueble donde ella la vea, Si riñe, hemos concluido, y pensaremos otra cosa: si calla, ya sabemos a qué atenernos.

Unas veces viene un mozo de cordel a traerle cartas; otros días baja ella y, ahí arriba, en los soportales de la calle Imperial, enonde está la cubería, se ponen a hablar: él no es mu jovencito; es un cabayero ya formal, ¿entiende Vd.? una joven lo peor. ¿Está Vd. segura? Como de que estos pelos fueron negros repuso, mostrándole el moño encanecido.

El Nacional, vestido aún con el traje de lidia, se asomó varias veces, malhumorado y ceñudo, dando gritos y enfadándose porque no estaba dispuesto lo necesario para la traslación del maestro a su casa. La gente, al ver al banderillero, olvidaba al herido para felicitarle. Señó Sebastián, ha estao usté mu güeno. ¡Si no es por usté!...

En esta pregunta, hecha con altivez, se notaba una voluntad imperiosa de mantener al torero a cierta distancia, de establecer entre los dos las diferencias sociales. Gallardo quedó desconcertado. ¡Doña Zol! gimió con ingenuidad . Lo que usté ha hecho conmigo no tié perdón de Dió. Usté ha sío mala conmigo, mu mala... ¿Por qué huyó sin decir una palabra?

¡Qué quiés, hijo! dijo éste, como excusándose . Hay que ayudarse, y la escuela consume más que toos los parroquianos de la taberna. Viene mu buena gente: señoritos que quién aprender pa lucirse en las becerrás; extranjeros que se entusiasman en las corrías y les entra la chiflaúra de hacerse toreros a la vejez. Ahora tengo uno dando lición. Viene toas las tardes. Vas a ve.

Yo, la verdad... si hubiá sido otra cosa, vamos al decir... novio toas las chicas lo tienen; pero que se hable con un cabayero... ma parecío mu feo, porque los señores, cuando buscan mocitas... ya sabusté pa lo que las quieren... Pepe, avergonzado y mohíno, esquivó la mirada: la ira y el rubor le sellaron los labios. ¡Me está Vd. dando lástima! Vamos, don Pepito, que no como tié Vd. pacencia.

D. JUAN ANTONIO MU

Los adverbios son: Mu, no, may, , chay ó chayula, hoy ó ahora, vule, mañana, tvou, aqui, vellu, allí, p'lle, cerca, allu-mapu, lejos, nau, debajo, huenu, sobre, p'ule, contra, allupule, distante, chumgechi, de aquella manera; vemgechi, ó vemge, de esta manera: mo, ó meu, equivalen á las proposiciones latinas, in, contra, cum, per, ob, propter, intra.

Contó Almudena que desde Fez había ido a la Argelia; que vivió de limosna en Tlemcén primero, después en Constantina y Orán; que en este punto se embarcó para Marsella, y recorrió toda Francia, Lyon, Dijon, París, que es mu grande, con tantos olivares y buenos pisos de calle, todo como la palma de la mano.

Maxi salió a la salita, y José Izquierdo se le cuadró ladrándole así: «¡Ah!, era usté. Ora mismo a la calle... brrr... ¡Y que tengo yo un genio mu blando...! Pues si le llego a ver antes ¡hostia!, me caso con la santísima... si le llego a ver antes, por el judío balcón, ¡hostia!, va solutamente a la calle». Sin demostrar temor alguno, Maximiliano sonreía.