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Luego, hace tres meses, el señor, que estaba empleao aquí, se ha ido a la Habana; dicen que es pa tener no qué categoría o señorío, y golverse y cobrar más; después, si se muere habiendo estao allí, porque él ha estao antes también, pues, si se lo lleva Pateta, le deja mu buena orfandad a la señora. Viudedad, mujer, viudedad. ¡Ah! me se olvidaba lo mejor.

El conde de Onís, que en un principio se había mostrado jaranero, fue quedando poco a poco pensativo y amurriado. Jugaba sin atención alguna; de tal modo que sus compañeros le llamaron al orden más de una vez. Pero, conde, ¿qué es lo que tiene usted hoy? Le veo muy preocupado dijo al fin D. Pedro. En efecto, ze noz ha puezto uzté mu triztón corroboró Valero.

Pues ese señor está malo, mu malo, y pasa las noches rabiando, y hasta que es de día no descansa. Ya ve Vd., ¡me bajo yo el arrapiezo que no alborote!... Si quiusté algún recao... No había contado con aquello. Hablar al padre del hombre que la engañó, no era humillación: conversar con Engracia, le parecía insufrible martirio.

En una palabra: no era proporción para conservada, ni había que esperar de él cosa buena. «Lo mejor se decía Carola es despedirle pronto, cuanto antes, de modo que no volvamos a vernos, lo cual que hay que armarle un tiberio mu gordo. Los muebles..., vaya una guasa..., me la tié que pagar. Demasiado sabía que no habían de ser para él. ¡Marranote! ¿Cómo haría yo para que me dejase en paz?

Y hablaba tranquilamente, como si a él, en la somnolencia en que le tenía siempre el vino y la propia bestialidad, no pudiera asombrarle nada del mundo. ¿Ha visto usté a Juan?... prosiguió . Se ha acostao en el suelo, elante del toro, en los mismos hosicos. Lo que hase ese gachó no lo hase nadie... Asómese a velo, que hoy está mu güeno. Le llamaron desde una puerta, que era la de la enfermería.

El mismo fragor y cólera. La misma sencillez primitiva en los argumentos. La misma violencia candorosa y bárbara en los dictados. «¡Habrá hombre más pollino! ¡Calla, calla, cabeza de alcornoque! ¡Habló el buey, y dijo ! Te digo que faltas a la verdad, y si lo quieres más claro, te digo que mientes. ¡Jesús, qué gansada! Parece usted una mala mujer

Por eso un teniente de caballería andaluz, al hacerle un favor y un disfavor en el juego de prendas, le había dicho recientemente: « Ez uzté mu bonita, pero ez uzté mu redondita». Y esto había servido para que los amigos de la casa la llamasen festivamente la redondita y la mareasen a la continua con el «ez uzté mu bonita, etcétera». La expresión del rostro continuaba siendo tan plácida, tan grave y dulce como antes.

Por eso se dice que todo anda trastornado y al revés, hasta los cielos benditos, y lleva razón Pulido cuando habla de la rigolución mu gorda, mu gorda, que ha de venir para meter en cintura a ricos miserables y a pobres ensalzaos».

Razón tenía yo pa maliciarme que iba usted a meternos en un lío gordo. Cuenta, cuenta. ¿Qué ha pasado? Dímelo todo; ya sabes que tu señorito soy yo. ¿Lo que ha pasado? La mar de lágrimas. Cuando el otro día golví a casa con la tarjeta de usted, me dije: «Suceda lo que quiera, no ando con tapujos»; y se la di como si fuera cosa corriente.

Me abrazaba cariñosamente, me besaba, y alzándome exclamaba: «¡Lina! ¡Linilla! ¿Quién es mi encanto? ¿Quién es mi presea? ¿A quién quiero yo mucho, mucho... ¡mu... choPero un día se fué a la guerra.... ¡Siempre la guerra y las revoluciones! Se fué muy de mañana, e iban con él oficiales y soldados. Salimos a decirle adiós.