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«Señorita: »Ayer se presentó usted en público, en las Tullerías, con mi sobrino el conde Arturo, y ha colmado usted la medida de un escándalo cuyas consecuencias son incalculables. »Aunque, debido a la impiedad de los hombres, haya permitido Dios que todo esté trastornado, aun tenemos medios de castigar la audacia de usted.

Sánchez Morueta reía ruidosamente. Estás loco, Luis. Por algo tienes esa fama de original. La lectura te ha trastornado el seso. ¿A qué tanto fantasma, y dramas, é intrusos... y demonios coronados?

Pero estas lágrimas serán dulces como lo son siempre las que el arte nos hace llorar. Esto dijo el bardo del ministerio de Ultramar con voz ronca. Carlota le miró con ojos coléricos; pero Mario, trastornado por el dolor, se abrazó a él sollozando. ¡Gracias, D. Dionisio, gracias! No lo dude usted, amigo Costa.

Por alimento manda caldo de pollo; ahora ¿me querrá usted decir las fuerzas que podrá reponer semejante bebistrajo? Todo está trastornado, mi comandante; pero deje usted que pase un poco de tiempo y, desengañados, se volverán a lo que la experiencia de muchos siglos ha acreditado de bueno; que al cabo de los años mil, vuelven las aguas por donde solían ir.

Entraban a la sazón por la puerta de la capilla muchas personas: las señoritas de Molende, el juez de Cebre, el cura de Ulloa, conducidos por don Pedro, que los traía allí con objeto de que admirasen los trabajos de restauración. Nucha se volvió precipitadamente; Julián, trastornado, contestó balbuciendo al saludo de las señoritas.

La nutrición era la misma para todos, como si se hubiesen trastornado las bases sociales y vivieran sometidos a un régimen igualitario.

No fue, como es fácil suponer, floja sorpresa la de Doña Francisca al ver que le metían en la casa un cuerpo al parecer moribundo, transportado entre Benina y un mozo de cuerda. La pobre señora había pasado la tarde y parte de la noche en mortal ansiedad, y al ver cosa tan extraña, creía soñar o tener trastornado el sentido.

El cuadro era bueno y representaba a Su Majestad en gran uniforme, de medio cuerpo, con aire y bríos juveniles, nariz luenga, cabellos negros, ojazos llenos de relámpagos y aquella expresión sensual y poco simpática que caracterizó al Deseado Aborrecido. Tan trastornado estaba Carnicero, que le parecía ver por primera vez aquella figura en su gabinete, y retrocedió con cierto espanto.

Helósele de repente en las venas la sangre al cocinero mayor. Y tal comezón le dió en saber lo que le hubiera sido mejor ignorar, de tal modo le impulsaron su terror y su conciencia, que sin encomendarse á Dios ni al diablo, se acercó á las dos viejas y las dijo: Perdonen voacedes, pero he oído no qué de una muerte que me ha trastornado.

Esta cabeza se me ha trastornado. Figúrate que a ratos...». Diciendo esto la miraba de hito en hito, y Fortunata no sabía disimular bien el terror que aquellos ojos le causaban. «Figúrate que a ratos me siento tan estúpido, pero tan estúpido, que creo tener por cabeza un pedazo de granito. No salta aquí una idea aunque me con un martillo.