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Lanzó un grito de alegría y de sorpresa, que hizo perder el compás a un bailarín que, en aquel instante, comenzaba una pirueta. ¿Qué es eso? le preguntó Natalia, una de sus compañeras, que la ayudaba a sostener una guirnalda de flores. ¡Es él; está allí!... ¡Cómo! ¡el conde Arturo de V *, uno de los caballeros de la corte de Carlos X, y que además es un buen mozo!

¡He aquí un joven verdaderamente singular me dije, a quien una amante consuela la pérdida de una herencia! Y terminé mi inventario. Algunas horas después, de vuelta ya en mi casa, vi entrar a Arturo como un loco, fuera de . ¡Ya no está allí! exclamaba, ¡ya no está! ¡La he perdido! ¡La he perdido por culpa mía!... ¡Alguna infidelidad!...

Coronel. Emilio Avalos. Capitán. Raimundo Martín. Teniente. Ricardo Aguado y Abreus. Teniente. Arturo G. Quijano. Teniente. Abelardo García Fonseca. Teniente Coronel. Tomás Armstrong. Teniente. Lucio Quirós. J. Peñalver y Rondón. Capitán. Martín Marrero y Rodríguez. Capitán Pío Alonso y Riera. Capitán. Ernesto I. Usatorres Perdomo. Capitán. Luis A. Beltrán Moreno. Capitán.

¡Oh Ester! exclamó Arturo Dimmesdale cuyos ojos brillaron un momento, para perder el fulgor inmediatamente, á influjos del entusiasmo de aquella mujer, ¡oh Ester! estás hablando de emprender la carrera á un hombre cuyas rodillas vacilan y tiemblan. ¡Yo tengo que morir aquí!

Esta tapadera de cristal la colocaremos aquí junto a Eulalia, ¿no es eso?... El recipiente superior lo pondremos delante de Vicente, ¿qué tal?... Bien; queda colocado... acordarse bien... queda colocado delante de Vicente... El pasador aquí a mi derecha... no olvidarse... El recipiente de la leche, ¿dónde colocaremos el recipiente de la leche?... Aguárdate un instante, hombre... lo colocaremos, si no os parece mal, aquí delante de Arturo... acordarse bien, delante de Arturo...

Entretanto, sobre el nombre de Mervyn, que la señorita Margarita había dado á su guardia de Corps, mi vecina de la izquierda, la señorita Helouin, se lanzó á toda vela en el cielo de Arturo, y quiso enseñarme que Mervyn era el nombre auténtico del célebre encantador que el vulgo llama Merlín.

Aquella noche tuvo lugar el estreno de Roberto, y mi amigo Meyerbeer alcanzó un éxito inmenso, que se extendió por toda Europa. Más tarde, sucediéronse muchos otros acontecimientos literarios o políticos y otros muchos fracasos. No volví a ver a Arturo, ni a pensar en él: le había olvidado. Hace pocas noches, me encontraba también en la Opera.

Pocos momentos después se enredaba una agitadísima discusión entre aquella familia, hasta entonces modelo de paz y de armonía. Don Simón estaba resuelto a que Arturo no volviera a poner los pies allí.

Cerca de la tienda del irlandés se abría la puerta de una librería, en cuyo mezquino escaparate se mostraban abierto por su primera hoja algunos libros, tales como la Historia de España, por Duchesne; las novelas de Voltaire, traducidas por autor anónimo; Las noches de Young; el Viajador sensible, y la novela de Arturo y Arabella, que gozaba de gran popularidad en aquella época.

Todo el mundo se volvía al pasar por su lado, y exclamaba: ¡Qué linda pareja! Es el joven conde Arturo de V *. ¿Se ha casado, por ventura? Estremeciose Judit al oír esta pregunta, experimentando cierto doloroso placer, de que no pudo darse cuenta.