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Actualizado: 28 de junio de 2025
La sola proximidad de este enemigo, bajo cualquiera máscara que quisiera ocultarse, era ya suficiente para perturbar un alma tan delicadamente sensible como la de Arturo Dimmesdale.
Y ahora, más bien que tener que confesar este funesto error, hubiera querido arrojarse sobre las hojas de la selva y morir allí á los pies de Arturo Dimmesdale. ¡Oh Arturo! exclamó Ester, ¡perdóname! En todas las cosas de este mundo he tratado de ser sincera y atenerme á la verdad.
Los aventureros y jugadores son supersticiosos: Arturo declaró un día que la criatura llevaba la suerte a Campo Rodrigo, y a la verdad el campamento no había sido desgraciado en los últimos tiempos. Así, pues, éste fue el nombre convenido, con el prefijo de Tomasín, para hacerlo un poco más cristiano. No se hizo alusión alguna a la madre, y el padre poco importaba.
¿Y desea usted acompañarme a ese sitio? exclamó Judit sorprendida, porque el Conde jamás había salido con ella, nunca le había dado el brazo en público. Sin duda alguna... para que todo el mundo la vea repuso Arturo paseándose agitado.
El poder didáctico de Rafaela jamás realizó en nadie tan rápidas y provechosas mudanzas como en el ánimo y en todo el ser de Arturo Machado. Las saudades que él tenía de París, y que le hacían fastidioso a él mismo y a las demás personas, se disiparon por completo.
Al fin lo consiguió. ¡Arturo Dimmesdale! dijo al principio con voz apenas perceptible, pero que fué creciendo en fuerza, aunque un tanto ronca, ¡Arturo Dimmesdale! ¿Quién me llama? respondió el ministro. Irguiéndose rápidamente, permaneció en esa posición, como un hombre sorprendido en una actitud en que no quisiera haber sido visto.
¡Ah, qué desgracia! exclamó Judit, dando al olvido, instantáneamente, el desorden de su traje. ¡Del Japón! dijo la tía con acento desesperado. ¡Y que valía lo menos quinientos francos. No tanto repuso la joven, pero era realmente japonés. Vamos, ¿está usted dispuesta? dijo Arturo, que ni siquiera había escuchado la observación de Judit. En seguida. Tía, mi chal... los guantes...
El más desalmado tenía una cara de Rafael, con profusión de cabellos rubios: Arturo, el jugador, tenía el aire melancólico y el ensimismamiento intelectual de un Hamlet: el hombre más sereno y valiente apenas medía cinco pies de estatura, con una voz atiplada y maneras afeminadas y tímidas. El término truhanés aplicado a ellos constituía más bien una distinción que una definición.
Arturo de Lancy, por ejemplo dijo Amaury al verse en la precisión de contestar. No me disgusta respondió el doctor; es joven capaz y arrogante, tiene buen apellido y además brillante posición.
Al día siguiente, Judit tenía un maestro de ortografía, de historia y de geografía. Era digno de ver el ardor con que estudiaba; y su inteligencia, sus facultades naturales, que sólo necesitaban ser cultivadas para agigantarse, se desarrollaron con rapidez increíble. Comenzó amando el estudio por Arturo y ya le amaba por ella misma.
Palabra del Dia
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