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La resonancia peculiar del bosque trájoles, lejana, una voz ronca: ¡A la cabeza! ¡A los dos! Y un momento después surgían de un recodo de la picada, el capataz y tres peones corriendo. La cacería comenzaba. Cayé amartilló su revólver sin dejar de avanzar. ¡Entregáte, añá! gritóles el capataz. Entremos en el monte dijo Podeley. Yo no tengo fuerza para mi machete. ¡Volvé o te tiro! llegó otra voz.

Hay virtuoso de estos que desafía la caída las decoraciones, las manchas de petróleo los quinqués y los más diversos miasmas por el placer de oír murmurar a una vocecita ronca estas encantadoras palabras: ¡Demonio! ¿Cómo me duelen los pies! Levántase el telón y las ochenta reinas efímeras mariposean gozosas bajo las ardientes miradas de un público entusiasmado.

Su nuera aparece en el suyo, más desaliñada que nunca, con la cara roja como un pimiento seco y con la crin suelta, en medio de una espesísima nube de humo, ¡aparición verdaderamente infernal!; saca medio cuerpo fuera de la balaustrada, y con voz ronca y destemplada, grita, mirando al piso segundo: ¡Tía!...

El señor de Maurescamp avanzó entonces a pasos mesurados, luchando evidentemente contra el desencadenamiento de sus pasiones; sin embargo, observado por todos, y bajo la impresión del silencio en que quedó todo el salón, consiguió moderar su impulso, y llegando donde estaba su mujer, díjole con voz ronca y contenida: Vuestro hijo está enfermo... Venid.

Al cabo el viejo le dejó libre y, echando atrás dos pasos y dirigiéndose á los concurrentes con su voz ronca y su ceceo de andaluz cerrado, exclamó: ¡Miren ustedes á ése! ¡mírenlo ustedes bien!... ¿Á que no saben ustedes lo que ha hecho?

He comido con los marqueses de Vegallana; eran los días de Paquito; se empeñaron... no hubo remedio; y no mandé aviso... porque era ridículo, porque allí no tengo confianza para eso.... ¿Quién comió allí? Cincuenta, ¿qué yo? ¡Basta, Fermo, basta de disimulos! gritó con voz ronca la de los parches.

En esto salía ya del gabinete la bella convidadora; habíase secado el manantial de sus lágrimas. Adiós, y no falte usted a la noche dijo misteriosamente una voz penetrante y agitada. Descuide usted; dentro de medía hora enviaré a Pepe respondió una voz ronca y mal segura. Bajó los ojos la belleza, compuso sus blondos cabellos, arregló su mantilla, y salió precipitadamente.

Dirigió un golpe contra el rostro de Elena, pero ésta se puso en actitud defensiva, agarrando el brazo enemigo. Su cara quedó intensamente pálida, con los ojos agrandados por la sorpresa y un resplandor felino en las pupilas. Luego habló con una voz algo ronca: Muy bien, joven, no se moleste. Doy por recibido el golpe.

Entonces, sólo entonces se descomponía un poco; dejaba los ademanes acompasados, suaves, académicos, y encogía las piernas, se bajaba como un cazador en acecho, para disparar sobre el argumento contrario, daba palmadas rápidas, sin medida sobre el púlpito, se arrugaba su frente, se erizaban las puntas de acero que tenía en los ojos, y la voz se transformaba en trompeta desapacible y algo ronca.... Pero ¡ay! esto era perderse.

Realmente, si no teníamos salida, nuestra situación, en vez de mejorar, había empeorado. Avanzamos con precaución, afirmando el paso; al principio se veía bien, luego la obscuridad se fué haciendo intensa. Las olas entraban y hacían retemblarlo todo; rugían furiosas, con su voz ronca, en medio de las tinieblas, y aquel estrépito del mar parecia una algarabía infernal de clamores y de lamentos.