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Bermúdez sostuvo la mirada de la ilustre dama y olvidó por un momento los cincuenta años de la Marquesa. Suspiró... y en seguida se le subió la champaña a las narices, tosió, se puso casi negro, medio asfixiado y la Marquesa tuvo que darle palmadas en la espalda.

Se reflejaba en su persona la popularidad de Isidro, y éste, por su arte, extremaba las sonrisas, las palmadas cariñosas, las palabras de falso afecto, lo mismo que un buen rey que desea mostrarse estrechamente unido con su pueblo. Nélida miró varias veces a Fernando gozosa de que presenciase su triunfo. A su lado jamás había recibido tales homenajes.

Los criados del Círculo no cesaban de ir y venir con bandejas en las manos. En cambio, la descripción de las cataratas del río Piedra produjo un escándalo de palmadas y vítores y me la hicieron repetir tres veces, con lo cual gané lo menos veinte minutos de los perdidos.

Thiers tenía en la cabeza, y por necesidad formaban con sus piernas un ángulo recto, cuyo vértice se acercaba á la cara del observador, el cual, con risas y palmadas, aplaudía la desenvoltura, reclamando la repetición

Los dos, antes de tomar su arma, se habían quitado el sombrero, entregándolo á uno de los padrinos. Colocándose el marqués entre ambos, sacó un papel y empezó á leerlo con grave lentitud. «...Segundo. El director del combate dará tres palmadas, y los combatientes podrán apuntar y hacer fuego á voluntad entre la primera y la tercera palmada.» «Tercero.

¡Hola, barbián! dijo Dupont el menor al ver a Montenegro. ¿Cómo está tu familia? Un día de estos iré a la viña. Quiero probar un caballo que compré ayer. Y después de estrechar la mano de Montenegro y darle varias palmadas en los hombros, satisfecho de poder demostrar la fuerza de sus manazas ante aquellos amigos, le volvió la espalda. Fermín tenía con este señorito gran confianza.

Pensando en esto, y mientras apuntaba a don Víctor, sin verle, sin ver nada, sin fuerza para apretar el gatillo, oyó tres palmadas rápidas y en seguida una detonación. La bala de Quintanar quemó el pantalón ajustado del petimetre. Mesía sintió de repente una fuerza extraña en el corazón; era robusto, la sangre bulló dentro con energía.

Así es que, cuando María tomó la guitarra y se puso a cantar: Si me pierdo, que me busquen al lado del Mediodía, Donde nacen las morenas, y donde la sal se cría, la admiración se convirtió en entusiasmo. La gente joven llevaba el compás con palmadas, repitiendo bien, bien, como para animar a la cantaora.

La reina se estremeció. El padre Aliaga se cubrió de sudor frío. Pero la reina no se detuvo; dió dos palmadas, y se abrió la puerta de la cámara. Apareció la condesa de Lemos, que, por enfermedad de la duquesa de Gandía, desempeñaba accidentalmente las funciones de camarera mayor, como primera dama de honor.

¡Bomba! gritó de pronto uno de los que la echaban de graciosos . Brindo por ese cúralo-todo que Dios nos ha enviado a esta tierra, para que todos vivamos más años que Matusalén; con condición de que, cuando llegue el caso, no trate de prolongar la vida de mi mujer, y mi purgatorio. Esta ocurrencia ocasionó una explosión de vivas y palmadas. ¿Y qué dices a todo esto, Manuel? le gritaron todos.