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Le compré la cajita azul más bonita que había en la tienda de abajo, y se le llevó al cementerio en un carro de lujo con dos caballos empenachados, sin más compañía que la del hombre de Fortunata y el marido, o lo que fuera, de la patrona.

Yo... si he de decirte la verdad, le he tomado cariño. ¡Ay!, sus salvajadas me divierten. ¡Es tan mono! ¡Qué ojitos aquellos!, ¿pues y los plieguecitos de la nariz?... y aquella boca, aquellos labios, el piquito que hace con los labios, sobre todo. Ven acá y verás el nacimiento que le compré.

En ayunas vengo, y en ayunas desde anoche, tía Zarandaja, dijo el rapista, salvo dos onzas de queso y un panecillo que compré esta mañana en una tienda, cuando salía de allí, adonde picardías de un mal familiar, que ya está bien castigado, me llevaron; y venga, venga, tía Zarandaja, la uña de vaca con habas y morcilla, que voy a comerla con el mismo gusto que si no hubiera comido en mil años.

«Ajajá... Ahora verás dijo sonriendo cariñosamente, como el que se dispone a dar a la persona amada la sorpresa de un regalito . Esto, ya lo ves: es un puñal». Fortunata se estremeció como si la hoja fría le tocara las carnes, y se puso a dar diente con diente. «Lo compré hoy en la tienda de espadas de la calle de Cañizares. Aquí dice: Toledo, 1873. Es bonito, ¿verdad?

De aquí que, por cada una de las novelas que se escribían hace ciento o doscientos años, se escriben hoy centenares y hasta millares. A lo cual contribuye no poco el que haya hoy más gente que las lea y que las compre.

Lo que se podrá hacer es que yo os daré por esta ventana muchísimos dineros de oro: rescataos vos con ellos y vuestros amigos, y vaya uno en tierra de cristianos, y compre allá una barca y vuelva por los demás; y a me hallarán en el jardín de mi padre, que está a la puerta de Babazón, junto a la marina, donde tengo de estar todo este verano con mi padre y con mis criados.

Aquí todos nos creemos iguales, porque vivimos juntos en el desierto dijo, escandalizado . Cualquier día, ese gaucho cuatrero pretenderá ir por la noche á las reuniones de la marquesa, lo mismo que uno de nosotros... ¡Cosa bárbara! El capitán añadió Moreno quiere que no se le compre más carne á Manos Duras ni se acepte ningún negocio propuesto por él, eso usted puede hacerlo mejor que Canterac.

O qué cristiano se muestra El rapaz! pues yo os prometo Que alceis á tantico aprieto El brazo, y la mano diestra. Estos rapaces cristianos Al principio muchos lloros, Y despues se vuelven moros Mejor que los mas ancianos. Vanse. Salen IZUF, SILVIA, y ZARA, y un MORO. Dexad, Silvia, el llanto ahora, Poned tregua al ansia brava, Que no os compré para esclava, Sino para ser señora.

En fin, esperemos que don Ramón vaya a Europa mañana, compre un título, y que Blanca sea Baronesa de algo... dijo don Benito después de haber apurado una copa de champagne. ¡Diablo con Montifiori! qué vino nos hace beber! ¿Pero quién lo surte?... agregaba don Benito; este champagne es abominable... ¿si nos creerá tontos este gran pieza de Montifiori?

Las bandas de mendigos pululan y circulan allí por todas partes, asediando al extranjero sin tregua. Rendido de luchar con las masas movientes en la procesion, fuí á sentarme en un banco de piedra, á la sombra de algunos árboles en la plaza principal, llamada del Horno de Bizcochos. Tenia sed y compré unas naranjas.