United States or Greenland ? Vote for the TOP Country of the Week !


Un mono grande, viejo como alano, Estaba á la cuadrilla predicando: Heria y apuntaba con la mano, Mudando el tono á veces, y gritando: El auditorio estaba por el llano, Atento á maravilla y escuchando, Y él subido en un alto y seco tronco, De dar gritos y voces está ronco.

Y volviéndose al lado opuesto, añadió, mientras apuntaba hacia otra que cerraba la plazoleta por allí: Y ésta es la del méicu. La casa del Tarumbo arrimaba por un costado al muro ruinoso, y allá se andaba con él en achaques y quebrantos y con los atalajes de su dueño.

Sólo había un signo seguro para reconocer si venían directamente de Dios; cuando el alma se perfecciona con ellos a tal punto que un levísimo pecado venial le causa tanto dolor y tantas lágrimas como el más nefando y mortal. Ahora bien, en ella todavía existían las rebeliones de la carne, todavía apuntaba el amor propio. No podía juzgar divinos aquellos deslumbramientos.

Pero al instante los levantaba rápida y tímidamente hacia aquellos redondos y brillantes cristales que la ofuscaban. Al fin concluía por ruborizarse. Pablito, satisfecho, apuntaba a otra belleza. Las conocía como si fuesen sus hermanas, tuteaba a la mayor parte de ellas y de muchas había sido novio: pero la pluma en el aire no era más movible y tornadiza que él en materia de amores.

El sol apuntaba ya, dorando las copas de los árboles gigantes y despertando a las aves, que comenzaban a cantar volando de rama en rama.

25 Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre su concubina, se la sacó fuera; y ellos la conocieron, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba. 26 Y antes que fuese de día la mujer vino, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde su señor estaba, hasta que fue de día.

Vió á don Carlos, que, montado ya en el caballo, apuntaba con su revólver á Piola.

Quilito, colérico, dio un empujón al tío, que volvió a cogerle de la cintura, echando más ajos que nunca, furioso también; el joven entonces, las manos libres, sacó el revólver y puso la boca del cañón en la frente del atorrante. Suéltame, suéltame o te mato. La sorpresa de Agapo fué tan grande que, maquinalmente, le soltó. Y Quilito, en salvo, a la distancia, le apuntaba con el arma.

Al notar Miguel de Zuheros lo mucho que sabía su doncel, en apariencia con tan poca edad que apenas le apuntaba el bozo, se daba a sospechar si sería más viejo que él y si estaría como él remozado o si de cualquiera otra suerte habría vivido largas y sospechosas vidas anteriores.

Al mismo tiempo que en su labio apuntaba el bigote, en su cerebro apuntó la tendencia a lo romántico, a lo desconocido, el anhelo de cosas extraordinarias, de aventuras gigantescas, y fue un rabioso lector de novelas.