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Actualizado: 22 de junio de 2025


Urgían estas explicaciones, un tanto menudas, pero necesarias, para que no crean mis lectoras, al verme otra vez amiga de Petrona, que soy una veleta tornadiza que hago y deshago amistades por simple capricho, incapaz de aquella serena constancia y ponderado equilibrio de humor que, dentro de las naturales destemplanzas de los nervios femeniles y de la extremada sensibilidad de nuestras vanidades diarias, ya señaladas por el viejo Salomón, han de ponerse en el cultivo de las relaciones y de los afectos.

El sentir que de su voluntad siempre tornadiza, impresionable y débil iban ahora a depender sucesos tan importantes, la suerte de varias personas, le sumía en una especie de pánico taciturno y desesperado.

Pero al instante los levantaba rápida y tímidamente hacia aquellos redondos y brillantes cristales que la ofuscaban. Al fin concluía por ruborizarse. Pablito, satisfecho, apuntaba a otra belleza. Las conocía como si fuesen sus hermanas, tuteaba a la mayor parte de ellas y de muchas había sido novio: pero la pluma en el aire no era más movible y tornadiza que él en materia de amores.

El cielo mostraba la faz severa, aunque tornadiza; algunas nubes grandes y oscuras rodaban sobre los edificios de la Puerta del Sol, desahogándose un poco de su peso; cruzaban con harta prisa para no presumir que pronto vendría un claro que permitiera escaparse.

Había tratado de averiguar si en la casona se tenían noticias de Fernando, temiendo que la voluntad tornadiza del marino le hubiera inducido a volver el pensamiento al punto donde, con rara liberalidad, dejó quietas sus últimas tentaciones de amor.

La emoción estalló en un aplauso ensordecedor. La muchedumbre, tornadiza, impresionada únicamente por el peligro del momento, aclamaba al Nacional. Fue uno de los mejores momentos de su vida. El público, ocupado en aplaudirle, apenas se fijó en el cuerpo inánime de Gallardo, que era sacado del redondel, con la cabeza caída, entre toreros y empleados de la plaza.

A la chica, que de suyo era tornadiza, la había agarrado el diablo por la, milicia y... ¡échele usted un galgo a su honestidad! Con razón decía uno: Algo tendrá, el matrimonio, cuando necesita bendición de cura.

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