United States or Micronesia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Se vió en un hierbal del Paraguay algunos años antes, teniendo una disputa con Morales, que era su peón. El mestizo tiraba de la espada; pero él, de un manotazo, le quitaba la espada, propinándole después unos cuantos puñetazos de boxeador que le dejaban inánime en el suelo. Por un fenómeno de simpatía mental, Morales evocó al mismo tiempo este recuerdo, pero añadiéndole una segunda parte.

Y abarcaba con una mirada suplicante, como pidiendo gracia, la noche majestuosa, en cuyo silencio parecía agitarse la vibración de una nueva vida. Adivinaba que algo iba a morir en ella. La voluntad yacía inánime en el suelo, sin fuerzas para defenderse. Rafael también se sentía trastornado.

Llegaron dos médicos, y luego de cerrar la puerta para que nadie les estorbase, quedaron indecisos ante el cuerpo inánime del espada. Había que desnudarlo. A la luz que entraba por una claraboya del techo, Garabato comenzó a desabrochar, descoser y rasgar las ropas del torero. El Nacional apenas podía ver el cuerpo. Los médicos estaban en torno del herido, consultándose con la mirada.

La emoción estalló en un aplauso ensordecedor. La muchedumbre, tornadiza, impresionada únicamente por el peligro del momento, aclamaba al Nacional. Fue uno de los mejores momentos de su vida. El público, ocupado en aplaudirle, apenas se fijó en el cuerpo inánime de Gallardo, que era sacado del redondel, con la cabeza caída, entre toreros y empleados de la plaza.

Tal vez había hecho esto sin reflexión; tal vez el médico militar la invitó á subir, creyéndola de la familia del enfermo. Varios hombres con uniforme levantaron el cuerpo inánime del oficial. Continuaba su ronquido desgarrador. Y entonces, ante la muchedumbre, que no podía ver con sus ojos estupefactos, Alicia procedió como si estuviese sola.

Y con serena indiferencia, como si hablase de algo ocurrido muchos años antes, relató á Gillespie la misteriosa aparición del poeta Golbasto tendido en la arena de la playa y medio ahogado, así como la dolencia extraña de Momaren y las murmuraciones de los que afirmaban que á la misma hora lo habían llevado inánime á su palacio unos desconocidos.

La muchedumbre, súbitamente tranquilizada, fue sentándose, pasando su atención del torero herido a la fiera, que aún se mantenía en pie, resistiendo a las angustias de la muerte. El Nacional ayudó a colocar a su maestro en una cama de la enfermería. Cayó en ella como un talego, inánime, con los brazos pendientes fuera del lecho.

Otra vez volvió a olisquearlo, dando sonoros bufidos y hundiendo sus cuernos en la cavidad del vientre, mientras el público reía de esta tenacidad estúpida, de este rebusque de vida en el cuerpo inánime. ¡Duro ahí!... ¡Qué poer tienes, hijo!... ¡Sigue, que ahora güervo!