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Actualizado: 7 de mayo de 2025


En la expresada Real cédula se prevenía al desgraciado Gobernador de Filipinas, D. Diego Salcedo, facilitara á San Vítores toda clase de recursos para establecer una misión en las islas de los Ladrones, y en efecto, y al cumplimiento de lo mandado, se construyó en el puerto de Cavite, el navío San Diego, en el cual se embarcó la misión, á la que le surgió nuevos contratiempos al ir primero á Méjico en donde el Virey interpuso nuevas dificultades, que la constancia y excitaciones del jesuíta pudieron vencer; logrando por último, gracias á su invencible tesón, arribar á la isla de Guajan el 15 de Julio de 1668, desde cuya fecha se puede conceptuar la verdadera posesión de las islas de los Ladrones á los dominios españoles, puesto que hasta entonces no hay noticias se hiciera ocupación alguna.

Veo lanzas y arcabuces, veo picas y banderas; oigo vítores y pasos en ruidosa confusión, desfilando por mi mente las legiones altaneras de Legazpi y de Salcedo, Lavezares y Chacón. A mis ojos con visiones de centurias idas brindo y me abstraigo de las gentes y costumbres de mi edad, sorprendiendo a don Alonso cuando, al pié del tamarindo, de su esposa Catalina castigó la liviandad.

No salió el Rey por la puerta del templo, sino por la del atrio cercado de magnífico claustro, donde habían montado a caballo él y cuantos le acompañaban. Cuando la lucida cabalgata apareció ante el gran público, la admiración general dio muestras de en murmullos, exclamaciones y vítores. Aquello era verdaderamente espléndido: un derroche de sedas, randas, plumas, oro y pedrería.

aplaudiéndolo toda la Academia con vítores y un dilatado estruendo festivo; y apercibiéndose el Cojuelo para otro, destosiéndose como es costumbre en los hombres, siendo él espíritu, dijo deste modo: A UN SASTRE TAN CABALLERO, QUE NO QUERÍA CORTAR LOS VESTIDOS DE SUS AMIGOS, REMITI

La moda de las estatuas ha llevado á los ingleses hasta el extremo: Wellington, que sin la oportuna ayuda de los prusianos, es derrotado en Waterlóo: Wellington, que vuelto á Lóndres despues de esta batalla, se ha dormido al compas de los vítores que le han dirijido, sin cuidarse para nada del ejército ingles, cuya organizacion por él descuidada ha producido los desastres de Oriente, ese Wellington, digo, tiene en Lóndres tres ó cuatro estatuas, cinco ó seis calles con su nombre, y otros tantos squares ó plazas, en donde se lee Wellington.

Cuando llegaron a la casucha del barrio de la Feria iba tras el carruaje un inmenso grupo, a modo de manifestación popular, dando vítores que hacían salir las gentes a las puertas. La noticia del triunfo había llegado allí antes que el diestro, y los vecinos corrían para verle de cerca y estrechar su mano. La señora Angustias y su hija estaban en la puerta de la casa.

Contigua á la iglesia, y comunicando con el altar mayor, está la sacristía, en la cual hay un retrato del Padre San Vítores, y otro del lego Bustillos.

Ni la religión, ni las nuevas costumbres, ni los escasos rayos de civilización que se abren paso hasta aquellas lejanas tierras, han podido destruir antiguos gérmenes de pasadas generaciones. La superstición y la fábula son innatas en el chamorro, así que la muerte del Padre San Vítores, como su martirio y su vida, la envuelve en sinnúmero de fantásticas relaciones.

Ya hemos visto cómo el jesuíta Diego San Vítores, una vez instalado en las islas de los Ladrones, logró excitar el celo y caridad de Doña Mariana de Austria, bien por cartas, ó bien por elocuentes frases del Padre Nitarht; siendo lo cierto que consiguió de aquella reina el título de ciudad para el pueblo de Agaña, y una donación de 3.000 pesos anuales para al establecimiento de un colegio y escuelas que atendieran á la cultura de los habitantes de aquellas islas, que hoy llevan su nombre, el cual le fué puesto por estos y otros beneficios que aquellas recibieron de la esposa de D. Felipe IV. Merced á tan piadosa institución que hoy tiene cuantiosos fondos y se la conoce por San Juan de Letrán, se ha construido un espacioso colegio en Agaña y escuelas en todos los barrios, cuidando los encargados de las cabecerías que ningún niño ó niña deje de concurrir á aquellos modestos templos de enseñanza.

Aquí tenemos al paladín alemán y por su aspecto parece muy temible enemigo. Advertid al rey de armas que les permita encontrarse por tres veces en la liza, ya que tanto depende ahora del resultado de este combate. Sonaron de nuevo los clarines, hizo el rey de armas la señal que repitieron los farautes y se adelantó el último campeón de los gascones entre los vítores desaforados de la multitud.

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