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Yo combatía con la pluma, siguiendo las órdenes de mi jefe. En Méjico es más fácil este trabajo que en otras partes.

El cacao es un árbol indígena de Méjico, Centro América y una parte de la América del Sur, pero ha sido aclimatado en Ceilán, en las Filipinas, en Camerún y en la Costa del Oro. Así pues se ve que es una planta esencialmente tropical, cultivada en terrenos que se hallan a 20° a ambos lados de la línea ecuatorial.

El 18 de febrero recogió su ancla el gigantesco vapor Paraná á cuyo bordo habíamos ido todos los pasajeros reunidos en San-Thomas por las malas particulares de Cuba, Méjico, «Centro-Américael Pacífico, Nueva Granada y todas las Antillas. A las nueve de la mañana todo el mundo lanzó su grito de despedida, al empezar con alegría y confianza la segunda navegacion.

En Méjico nunca faltan hombres para pelear y morir. Hay siempre más que fusiles. Pero, en realidad, eran simples riñas de grupo á grupo, dejando á la iniciativa de cada pelotón la marcha del combate. Tiraban y tiraban hasta agotar las municiones, sin hacer uso jamás del arma blanca. Ninguno tenía bayoneta.

Y me preguntaba: «Pero ¿qué había aquí antes de que ellos llegasen? ¿Qué comía la gente?...». La gente era escasa, y para comer solo había maíz, mandioca y carne del huanaco. Esto a juzgar por lo que yo he visto en mi tierra. Dicen que en el Perú y en Méjico había mayores medios, porque era más numerosa la gente.

En diez años no se había visto otra cosa. ¿Pero sublevarse Martínez, que siempre había estado de acuerdo con los que mandaban?... En el Palacio de Méjico, el presidente provisional, los ministros y los personajes que dirigían al gobierno se miraban con extrañeza al comentar este acto inexplicable.

Apenas se dieron reglas para la administracion de correos de Manila hácia el año de 1762 bajo la dependencia de la principal de Méjico, principiaron á tocarse las graves dificultades que ofrecia su establecimiento en 1767.

Algunos que desembarcaron en Méjico acababan por establecerse en los confines de la Patagonia. Otros, abandonando la vida regalada a orillas del Pacífico, lanzáronse a través de bosques y desiertos, siguiendo el curso de ríos como mares, para salir al Atlántico por las bocas del Amazonas. El pie incansable valía tanto en ellos como la mano férrea y el ojo de pájaro de presa.

Después de tomar café y pasear un rato entre calles buscando fresco, se restituyó cierta noche el paisano a su casa resuelto a tener una conferencia importante con Fernández, un sargento que se había muerto en sus brazos hacía algunos años en Méjico.

Además, quitaba y ponía ministros, daba mandos en el ejército á los compañeros que le seguían ciegamente, y obligaba á salir del país á sus adversarios ó los enviaba á ciertas provincias de la costa del golfo de Méjico, donde la gente de las altas mesetas puede contraer enfermedades de muerte. Sus enemigos recordaban la facilidad con que había fusilado durante la guerra á los prisioneros.