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Y asimesmo oyeron que decía con voz blanda, regalada y amorosa: ¡Oh mi señora Dulcinea del Toboso, estremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del mejor donaire, depósito de la honestidad, y, ultimadamente, idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo!

La veían partir con sentimiento, y ella por su parte les abandonaba con tristeza, porque la tertulia era el encanto de su vida, y el charlar de cosas de gobierno la más regalada comidilla de su travieso espíritu. ¿Nombraremos a aquellos señores?

Fue regalada al Congreso de Colombia por el general París, que la encargó a uno de los artistas italianos más famosos de la época. Hay el pequeño square Santander, muy bien cuidado, lleno de árboles y en cuyo centro se encuentra la estatua del célebre general, pero que, en valor artístico, está muy por debajo de la de su ilustre amigo y jefe.

Y de dolor soi tan rica, Quanto por darme pasion Este caudal, la ocasion Por puntos le multiplica. Silvia, vives engañada, Que yo no quiero de , Sino que quieras de Ser servida y regalada. Que el provecho que yo espero, Silvia, de haverte comprado, Es ver tu rostro estremado, Y no doblar el dinero.

Mire usted qué más querrá la hija de Felipe que servir de ama de cría en esta casa. Bien mantenida, bien regalada, sin trabajar.... Figúrese. ¿Y el albedrío? ¿Quiere usted coartar el albedrío, los derechos individuales?

Si no fuera porque no había tales contratas, porque el mundo del arte le había olvidado, acaso hubiera preferido dejar aquella vida regalada, sus emolumentos de director de la Academia de Bellas Artes, los gastos de secretaría, como le decía Mochi, antes de marchar... todo.

En cambio, en la tertulia de la noche desatábase a charlar de cosas diversas, ponderaba con inmodestia su amor al trabajo, sus ganancias, y hacía planes de vida regalada y espléndidamente metódica. Además tenía noticias de la muerte de un pariente suyo, muy rico, y esperaba una bonita herencia. Se conceptuaba afortunadísimo, aunque algo le faltaba, , algo le faltaba para ser completamente feliz.

Obras relativamente de menor importancia producidas en este mismo tiempo, son la Montería de jabalíes en el Hoyo, y la Cacería del Tabladillo. La primera, que se deterioró mucho en el incendio del Alcázar, fue regalada por Fernando VII a Lord Cowley que en 1846 se la vendió en 2.200 libras a la Galería Nacional de Londres.

Levantábase Lázaro a la hora del alba, oía una misa, tomaba chocolate, y ayudaba en algo a su anciano tío. No tenía otra cosa que hacer hasta la comida, que se hacía siempre a la una, con puntualidad cronométrica. Lázaro se quedó ensimismado y pensativo en más de una ocasión, reflexionando lo distintas que eran las privaciones que imaginó sufrir y la regalada vida que le daban.

Todo era amor y dicha, saturada con la miel regalada de tus labios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¡Y tal felicidad era un delito! ¡Tanta dicha, mujer, crímen nefando! ¡Por qué? Yo no lo ; pero es un crímen... Por tal el mundo entero lo ha juzgado... ¿Qué importa?