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El lejano perfume de su persona y su elegante gallardía le recordaban á ciertas señoras que viajaban solas cuando él era capitán de trasatlántico. ¡Pero habían sido tan rápidos estos conocimientos y estaban tan lejanos!... Nunca, en su historia de vagabundo mundial, tendría la fortuna de conseguir una mujer como ésta.

El invierno actual siempre era más frío que todos los que recordaban, menos uno. También a veces se murmuraba un poco, pero con el mayor comedimiento, sobre todo si se hablaba de clérigos, señoras o autoridades.

Hasta iba en busca suya, y el conde se dejaba traer, con sus libros de misterios y su prodigioso rosario, sin hablar una palabra de lo que había descubierto en sus viajes. Al ver el príncipe á Lewis después de dos años de ausencia, tuvo que disimular su triste sorpresa. Sólo los ojos, claros, reposados y dulces, recordaban la perdida frescura del gentleman elegante y vigoroso.

Las recordaban en sus cantos patrióticos; no había ceremonia pública en que no las llorasen; los muchachos, al entrar en la escuela, lo primero que aprendían era la necesidad de morir algún día para que las provincias cautivas recobrasen su libertad; los hombres organizaban su existencia con el pensamiento fijo de que eran soldados de una guerra futura.

Mas allá está la torre de sencillas formas, pintada en su exterior con frescos que representan la historia de Guillermo. La calle estaba solitaria, y los tres monumentos nada valian á nuestros ojos como obras de arte, ni nos recordaban una epopeya que pudiera interesarnos personalmente. Y sinembargo nos sentímos profundamente conmovidos.

Todas, absolutamente todas, iban á estar al lado de Francia. «¡Viva!... ¡vivaUn matrimonio viejo ocupaba una mesa junto á los dos amigos. Eran rentistas, de vida ordenada y mediocre, que tal vez no recordaban en toda su existencia haber estado despiertos á tales horas.

Hablaban de Mallorca como de un lugar de delicias; recordaban las provincias de tierra firme, de las que eran hijos muchos de ellos, como paraísos a los que ansiaban volver. ¡Las mujeres!... Era un anhelo, un ansia que hacía temblar sus voces y ponía en sus ojos fulgores de locura.

Los colombianos traían marcadas en las heridas de la carne, y muchos en las del corazón, las huellas del largo batallar en las llanuras de Venezuela y en los Cerros granadinos, contra la fuerza, la arrogancia y el valor españoles. Los argentinos recordaban la incomparable hazaña del paso de los Andes, cuando en las alturas donde mora el cóndor habían librado combates inmortales.

Además, quitaba y ponía ministros, daba mandos en el ejército á los compañeros que le seguían ciegamente, y obligaba á salir del país á sus adversarios ó los enviaba á ciertas provincias de la costa del golfo de Méjico, donde la gente de las altas mesetas puede contraer enfermedades de muerte. Sus enemigos recordaban la facilidad con que había fusilado durante la guerra á los prisioneros.

Estos militares convertidos en jueces le recordaban los que ella había visto en los tés y los grandes bailes de los hoteles... ¿Qué francés puede resistirse á la atracción femenina?...