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Actualizado: 25 de junio de 2025


Doña Lupe empezó a tomar el chocolate que le trajo doña Fuensanta, y a renglón seguido continuó la relación, imitando la voz y la actitud de la delirante. «Y se ponía así: 'Allí está, mírenlo... el señor de Sor Natividad... La bribona lo tiene preso... Bribona, más que loba.... ¿Sabes quién es el señor... con retintín, de Sor Natividad?

Eso no es nada gritaban los amigos, queriendo animar al torero con su ruidoso optimismo . Dentro de un par de meses ya estás toreando. En buenas manos has caído. El doctor Ruiz hace milagros. El doctor se mostraba igualmente alegre. Ya tenemos hombre. Mírenlo ustedes: ya fuma. ¡Y enfermo que fuma...!

Ya se levantaba, ya se revolvía, echaba las piernazas fuera de la cama, y los brazos como aspas de molino... ¡Luego unas voces y unos berridos...! Ya sabes el diccionario que gasta... Y a lo mejor se quedaba como un gato que acecha, los ojos como ascuas, y hablando bajito, bajito, y señalando para la mesa en que está el altar y la lamparilla, decía: «Mírenlo, mírenlo; allí está». ¡A me daba un miedo...! Prefería oírla gritar... Créete que me horripilaba cuando le veía señalar a la luz y al altarito.

Tu eres loco, y si lo fueras a solas y dentro de las puertas de tu locura, fuera menos mal; pero tienes propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos te tratan y comunican; si no, mírenlo por estos señores que te acompañan. Vuélvete, mentecato, a tu casa, y mira por tu hacienda, por tu mujer y tus hijos, y déjate destas vaciedades que te carcomen el seso y te desnatan el entendimiento.

¡Silencio! ¡Siéntate! ¡Calla! dijo Carlos Tomás, forcejeando rápidamente por desembarazarse del abrazo de su inoportuna visita. ¡Mírenlo! continuó el forastero, sin hacer caso del aviso y con la mayor despreocupación.

Al cabo el viejo le dejó libre y, echando atrás dos pasos y dirigiéndose á los concurrentes con su voz ronca y su ceceo de andaluz cerrado, exclamó: ¡Miren ustedes á ése! ¡mírenlo ustedes bien!... ¿Á que no saben ustedes lo que ha hecho?

En confirmación de estas palabras el prisionero movió tristemente la cabeza y dijo al conde: En Alora me hirió su lanza y estuve a punto de caer en 80 sus manos, pero me salvó este caballo. Mírenlo Vds., es atigrado, pero más fuerte y más valiente que un tigre. Y el viejo Aliatar acarició al hermoso bruto y exclamó tristemente: ¡Pero ahora, mi Leal, no puedes salvarme! 85

Palabra del Dia

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