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Pero de repente olvidó su mal, el anónimo, todo, porque Eufemia entró gritando, corriendo; tropezó con las rodillas de Bonis, y exclamó: ¡Señorito, señorito!... La señorita está con los dolores. Bonis saltó como un tigre, corrió por salas y pasillos, con una bota y una zapatilla, tal como le habían sorprendido las cartas malhadadas, y llegó al gabinete de su esposa en pocos brincos.

A las 6 y media leguas de la salida, se hizo alto para observar, y se halló la latitud 34° 14' 38'', y la longitud occidental de34' 8''. Desde aquí se continuó la marcha, y á las 2 leguas se entró en el Fuerte de Rojas, que está á la banda del N del arroyo del mismo nombre, que pasa por cerca del Fuerte del Salto, y su curso al S 54 O. A distancia de media legua se le incorpora otro arroyo, que viene de la laguna llamada Cabeza del Tigre.

Estaba sombrío, fosco, agitado, nervioso. Nos miró con asombro, quiso reír, pero su colérico semblante no echaba de más que rayos. Temblaba de ira, iba de un lado para otro de la sala, como un tigre en su jaula, nos miraba, nos decía algo inconexo, risible, estúpido, y luego hablaba consigo mismo en monosílabos incomprensibles, mezclando la lengua inglesa con la española.

Basilio temiendo fuese descubierto tomó una resolucion súbita, se levantó de su asiento y con la voz más natural, ¿Le puedo ayudar, señor...? preguntó saliendo de su escondite. Simoun se enderezó y dió un salto como un tigre atacado infraganti, se llevó la mano al bolsillo de su americana y miró al estudiante pálido y sombrío.

El rostro de Beatriz, tras las celosías cruzó por su espíritu. Luego, como despertando: Dejalde, padre, que se atosigue con su propia ponzoña exclamó. Peor para él si no sabe aceptar su condición. Esta frase, lanzada con arrogante menosprecio, fue como un fustazo en las orejas de un tigre.

Detrás del señorón venían tres guerreros con cascos de madera, uno con forma de cabeza de serpiente, y otro de lobo, y otro de tigre, y por afuera la piel, pero con el casco de modo que se les viese encima de la oreja las tres rayas que eran entonces la señal del valor.

Detuviéronse: Aurora parecía decir a su galán que no siguiese más. Era prudente esta indicación, y el galán se despidió apretándole la mano. Maxi le miró subir hacia la calle de la Magdalena, y sentía deseos de gritar e írsele encima: «Ratero de mi honor y de todos los honores... ahora las vas a pagar todas juntas». Creía que se le afilaban las uñas haciéndosele como garras de tigre.

Este dejó en el suelo las carteras y el claque, que no se cerraba nunca, y cayó sobre las chuletas como un tigre... Entre los mascullones salían de su boca palabras y frases desordenadas: «Agradecidísimo... Francamente, habría sido falta de educación desairar... No es que tenga apetito, naturalmente... He almorzado fuerte... ¿pero cómo desairar? Agradecidísimo...».

Mi dinero se salvó en un papel, el auto de prisión; porque trapitos por aquí, trapitos por allá, el caprichito A, la chuchería B, ello es que se me evaporaron diez o doce mil reales en una mañana. Tu hermana es una liquidadora como no se ha visto. En su corazón, lleno de apetitos, está escrito con letras de oro «¡abajo los ricos!». Buena pieza, . Es un tigre para el bolsillo ajeno.

A solas, recobró energía, y calculó que tal vez hacía mal en desesperarse; acaso su mala ventura sería un lazo más que acabase de unir a Baltasar con ella para siempre. , no podía suceder de otro modo, a menos que tuviese entrañas de tigre. Esperó con afán el domingo, día de cita en el merendero de la gaseosa. Madrugó, llegó mucho antes que Baltasar.